14. La decisión
Volví a abrir las puertas y ante mí aparecieron los dos gorilas. “Pasillo recto y escalera a la izquierda, segundo piso, puerta del final” me dijo el segurata aburrido, como si lo que acababa de ver fuera una escena común para él. Les miré, tentada de pedirles un móvil, pero algo me decía que ni siquiera se dignarían a mirarme. Finalmente me dirigí hacia donde me indicó, creo que no tenía más opción. Pasé cerca de varias escaleras y de innumerables puertas, esto era como un laberinto, hasta que, por fin, llegué a mi destino. La puerta estaba entreabierta, asi que la terminé de abrir con cuidado y silenciosamente. Ante mi se abrió un enorme despacho también con luz tenue pero sin ser roja esta vez. En la habitación había un gran escritorio laboriosamente creado, con terciopelo y madera y con preciosas filigranas. La butaca que había por detrás no se quedaba atrás, majestuosa, digna de un rey. Las paredes forradas de terciopelo verde, le daban a la estancia un ambiente
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