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65 chapters
61. ¿Vacío de poder?
Silencio absoluto. ¿Sorprendida? Yo no. Estos tipos son como ovejas, siempre buscando un pastor que los guíe. Pero yo no soy una oveja, y mucho menos voy a dejar que este tipo se autoproclame pastor de mi ciudad.Decido que es el momento. Salgo de las sombras y camino hacia el centro de la sala, mi paso firme resonando en el eco del almacén. Todos los ojos se giran hacia mí, y la tensión en el aire aumenta un par de grados.—Bueno, bueno… parece que las cosas han cambiado mientras yo no miraba —digo, mi tono cargado de sarcasmo—. ¿De verdad crees que puedes simplemente entrar aquí y declarar que ahora eres el jefe?El Lobo me mira, sorprendido al principio, pero rápidamente su rostro se endurece. Claramente no esperaba que alguien lo interrumpiera. Mucho menos yo.—¿Y tú quién eres? —pregunta, con una voz que pretende ser dura, pero no llega a intimidarme.Sonrío, sin apresurarme. Quiero saborear el momento.—Valeria —digo, como si no fuera obvio—. Y parece que no te has informado bie
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62. ¿Cuál es el plan?
El Lobo me mira, tratando de evaluar si estoy bromeando o no. No lo estoy. Sabe que no puede ganarse a esta multitud con palabras ahora. No después de que he dejado claro quién es el verdadero poder aquí.—Esto no ha terminado, Valeria —dice, con un tono peligroso—. Puedes tener la ciudad por ahora, pero yo no he dicho mi última palabra.—Por supuesto que no lo has hecho —respondo, con una sonrisa helada—. Pero te aseguro que será la última vez que la digas.El silencio en la sala es ensordecedor mientras El Lobo se gira y sale del almacén. Nadie lo sigue. Todos se quedan allí, mirándome, esperando mi siguiente movimiento. Lo he conseguido. Ahora todos saben quién manda.—Se acabó el espectáculo, chicos —digo, con una sonrisa ligera, pero peligrosa—. La ciudad sigue siendo mía.Y con eso, me doy la vuelta, dejando que las sombras me envuelvan de nuevo mientras salgo del almacén. El Lobo puede seguir aullando en la distancia, pero pronto se dará cuenta de que en esta ciudad no hay luga
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63. ¿Sobornar a quién?
Luis asiente en silencio. Él sabe que esto no es solo un juego de poder. Es personal. El Lobo intentó desafiarme en mi propio terreno, y eso no se lo perdono a nadie.De repente, el celular de Luis suena, rompiendo el momento. Lo toma rápidamente y responde con un simple "sí". Luego me mira, con esa expresión de "aquí vamos otra vez".—Es el contacto en la policía. Parece que ya hay rumores de los cuerpos de algunos de los aliados del Lobo apareciendo en lugares incómodos. Alguien está haciendo limpieza.Levanto una ceja, divertida.—¿Qué? —digo, con un tono despreocupado—. ¿Acaso él también tiene problemas para mantener sus "lealtades"?—Parece que sus nuevos aliados no son tan confiables como pensaba. Algunos ya empezaron a desaparecer, y no por accidente.—Interesante —murmuro—. Puede que ni siquiera tengamos que ensuciarnos las manos si se autodestruye primero.Pero sé que eso es un pensamiento demasiado optimista. El Lobo puede perder algunos peones en el camino, pero aún no ha t
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64. Todo a su tiempo.
Ah, la ironía. El Lobo se está ahogando y ni siquiera se da cuenta de que el bote salvavidas en el que confía tiene agujeros.—¿Qué información le dieron? —pregunto, divertida.—Lo que querías que escuchara —dice Luis—. Le contamos que planeabas un gran movimiento la próxima semana, algo que te pondría en la mira de la policía. Ahora él cree que puede adelantarse a ti.—Perfecto. Que siga persiguiendo sombras —digo, con una sonrisa satisfecha—. Mientras él se preocupa por mis falsos movimientos, nosotros lo acorralamos sin que se dé cuenta.Luis asiente, complacido con cómo se está desarrollando todo. Pero entonces añade algo que no esperaba:—También hay algo más. Uno de sus hombres se acercó demasiado a Valentina.Valentina. De todas las personas que podrían estar involucradas, tenía que ser ella. Mi mejor chica, la que tiene más influencia entre los ricos y poderosos que frecuentan el club. Los hombres la adoran, las mujeres la envidian, y yo sé que, aunque juega sus propios juegos
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Vicente me sostiene un segundo más, sus manos recorren mi cintura como si intentara marcarme, pero yo le devuelvo una sonrisa controlada, como quien acaricia a un animal salvaje sabiendo que, por ahora, no va a atacar. Así es Vicente: pura intensidad, pura violencia contenida bajo esa fachada de poder. Y a veces, aunque no lo admita, es útil tener a alguien como él.Cuando me suelta, me doy la vuelta con calma, como si no acabara de calmar una tormenta en formación. El espectáculo en el cabaret continúa, pero yo siento los ojos de Vicente clavados en mí mientras me alejo. A él le gusta pensar que puede protegerme, que su fuerza bruta es lo que mantiene mi mundo en equilibrio. Lo que no sabe es que ya he calculado cada uno de sus movimientos mucho antes de que él siquiera lo piense.Subo de nuevo a mi despacho, la música y las risas del cabaret amortiguándose detrás de la puerta cerrada. Luis ya está de regreso, esperando con más noticias, como siempre.—Valentina lo sabe —dice sin pre
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