Inicio / Romance / Amor y Poder / Capítulo 11 - Capítulo 20
Todos los capítulos de Amor y Poder: Capítulo 11 - Capítulo 20
36 chapters
11. La libertad es mía.
Salgo del edificio, dejando atrás esa jaula dorada que Vicente cree su fortaleza. La noche está fresca, la brisa acaricia mi piel y el sonido de la ciudad a mi alrededor es un bálsamo. Respiro hondo. Cada paso que doy me hace sentir libre. La libertad, la que Vicente jamás entenderá. Mientras camino por las calles iluminadas, siento mi celular vibrar en el bolsillo de mi abrigo. Lo saco, sin prisa, y veo el nombre de uno de los hombres que he estado viendo últimamente. Pablo. Un abogado exitoso, decente, inteligente, que cree que está cerca de conquistarme. Y claro, cree que con un poco más de esfuerzo, seré suya. Ah, qué adorable. Sonrío y guardo el teléfono sin responder. No esta noche. A Vicente no le hace falta saber que Pablo existe... aún. Porque, claro, Vicente ya ha empezado a sospechar, y su pequeño ejército de guardaespaldas seguramente me sigue dondequiera que voy. Pero la parte divertida es que, aunque lo descubra, su reacción será siempre la misma. No es un hombre que
Leer más
12. Lo veo claramente.
La noche sigue su curso y, mientras dejo que el vino me caliente lentamente, la sensación de control absoluto me envuelve como una segunda piel. Gabriel ya se ha retirado a una esquina del bar, mirándome de reojo como un cazador paciente, pero lo que no sabe es que él no está cazando nada. Yo soy quien mueve los hilos aquí. Afuera, los dos guardaespaldas de Vicente siguen vigilando, creyendo que están cumpliendo su función, sin darse cuenta de que los tengo exactamente donde los quiero. Como Vicente. Como todos. Mi teléfono vibra de nuevo. Esta vez es un mensaje, pero no de Pablo ni de Gabriel. Es de Vicente. Claro. No puede esperar, nunca puede. "Dónde estás." Sin signos de interrogación, sin adornos. No es una pregunta, es una orden disfrazada de inquietud. Podría responder, decirle dónde estoy, jugar el papel de la mujer que "necesita" ser protegida. Pero ¿qué gracia tendría eso? Sonrío y guardo el teléfono en mi bolso sin contestar. A Vicente le gusta pensar que tiene el cont
Leer más
13. Lo que lo mantiene despierto por las noches.
El interior está cubierto de cuero negro, el aire acondicionado está encendido, y el chofer no dice una palabra. El viaje es silencioso, tenso, pero a mí me relaja. Porque sé que en cuanto cruce la puerta de la oficina de Vicente, el verdadero espectáculo comenzará. Llegamos a una de las mansiones que Vicente usa para "negocios". Es un lugar opulento, lleno de mármol y arte caro, pero frío, sin alma, como la vida que él ha elegido vivir. Me reciben en la puerta, y uno de sus hombres me guía hasta una sala grande, con ventanales que dan a la ciudad. Vicente está de pie frente a una de las ventanas, su silueta oscura recortada contra el brillo de las luces de la ciudad. No se molesta en girarse cuando entro, lo cual, claro, es parte de su dramatismo. Le encanta hacerme esperar, darle peso a su presencia. Pero yo juego a mi manera. —Así que, ¿cuántos hombres más van a seguirme antes de que te des cuenta de que no necesitas tanto espectáculo? —digo, caminando hacia el centro de la habi
Leer más
14. ¿De verdad quieres saberlo?
El silencio en la sala se vuelve denso, cargado de esa electricidad entre nosotros que parece chispear cada vez que nos encontramos así, tan cerca y a la vez tan distantes. Vicente me mira con esos ojos oscuros que, por más que lo intenten, nunca logran esconder del todo su desesperación. Oh, él lo intenta, claro, pero lo siento en su respiración, en la forma en que su mandíbula se tensa, como si controlarse fuera una batalla constante.Me quedo quieta, observándolo, como quien examina a un animal salvaje que ha caído en una trampa y aún no se ha dado cuenta. Sé que podría romper esta tensión, hacer que todo explote en un segundo, pero eso sería demasiado fácil. Y, sinceramente, me aburre lo fácil.—Valeria, no sabes lo que estás haciendo —dice por fin, su voz baja, tensa.Oh, Vicente, claro que sé lo que estoy haciendo. Lo he sabido desde el primer momento en que me viste sobre ese escenario, cuando pensaste que podías comprarme como a cualquier otra cosa en tu vida. Pero yo no soy u
Leer más
15. Dejarme ir no es una opción para él.
15. Dejarme ir no es una opción para él.El aire en la habitación parece evaporarse mientras el beso se intensifica, y la tensión entre nosotros alcanza un punto crítico. Cada roce, cada movimiento está cargado de una energía que no es solo física. Es algo más profundo, más oscuro. Es la lucha de dos voluntades que se niegan a ceder.Vicente me empuja contra la pared, sus manos explorando mi cuerpo con esa mezcla de posesión y frustración que lo define. Pero yo no soy una víctima pasiva en este juego. Mis manos también exploran, mis uñas arañan su piel a través de la camisa, arrancándole un gruñido que me hace sonreír contra sus labios.—Nunca serás mía, ¿eh? —murmura con una sonrisa oscura entre beso y beso, su voz ronca por la pasión contenida—. Veremos cuánto dura esa convicción.Me río suavemente contra su boca, sabiendo que este es solo otro capítulo en nuestro interminable juego. Porque, aunque estemos envueltos en este momento de deseo, ninguno de los dos ha olvidado que esto n
Leer más
16. Todos tienen un punto de quiebre.
Me aparto con una lentitud deliberada, asegurándome de que él sienta cada centímetro de distancia entre nosotros. Me aliso la ropa, tranquilamente, mientras su mirada me sigue, oscura y peligrosa, como si intentara leer mis pensamientos. Pero nunca lo logra. Ese es su mayor fracaso: creer que en algún momento va a entenderme.—¿Te vas a quedar ahí parado como una estatua toda la noche, Vicente? —le pregunto con una sonrisa perezosa, como si nada hubiera pasado.Él no responde de inmediato. Se queda mirándome, con esa expresión impenetrable que ha perfeccionado a lo largo de los años. Pero yo sé lo que hay detrás. El fuego. La rabia contenida. La obsesión. Todo lo que nunca admitirá pero que se refleja en cada uno de sus gestos. Es fascinante verlo debatirse entre esa fachada de control absoluto y la verdad: que está completamente perdido conmigo.—No entiendes lo que haces, Valeria —dice, con una calma que apenas disfraza la tormenta interna—. Crees que esto es un juego.—Porque lo es
Leer más
17.¿Qué tienes en mente?
Salgo de la mansión, los tacones resonando contra el mármol del suelo como una declaración silenciosa de victoria. El aire nocturno es refrescante, y sonrío para mí misma mientras me alejo. Afuera, uno de los guardaespaldas de Vicente me abre la puerta de un coche oscuro. —¿A dónde la llevo, señorita? —pregunta con ese tono sumiso que todos los hombres de Vicente parecen adoptar automáticamente. —No importa —respondo mientras subo al coche y me recuesto en el asiento de cuero—. Conduce. El coche se mueve, y yo cierro los ojos, dejando que las luces de la ciudad parpadeen a través de mis párpados cerrados. Estoy pensando en lo que vendrá después. En el próximo hombre que aparecerá en mi vida, el próximo peón en este juego interminable. ¿Será Gabriel? ¿O tal vez alguien más? No importa realmente. Lo que sé es que, mientras Vicente siga creyendo que puede poseerme, seguirá cayendo en su propia trampa. Y yo, como siempre, disfrutaré de cada segundo de su inevitable derrota. El coche a
Leer más
18. Siempre tan dramático.
Pero antes de que pueda responder, un fuerte golpe en la puerta interrumpe el ambiente. Gabriel frunce el ceño, claramente sorprendido. Nadie espera visitas a esta hora.Me enderezo en el sofá, sintiendo cómo la tensión se cuela en la habitación. No puede ser. ¿Tan rápido ha actuado Vicente? No suelo subestimarlo, pero esta vez lo he hecho.Gabriel se levanta y va hacia la puerta. Cuando la abre, el rostro que aparece del otro lado es todo lo que esperaba y temía: uno de los hombres de Vicente, imponente, frío, con esa mirada que dice "no estoy aquí para jugar".—Gabriel —dice el matón, con una calma que hiela la sangre—. Tenemos que hablar.Y en ese momento, todo se desmorona.Gabriel me lanza una mirada rápida, confundido, tal vez asustado. Pero no tiene idea de lo que realmente está sucediendo. Esto no es una simple advertencia. Esto es Vicente, moviendo las piezas de su tablero, eliminando otra amenaza.—¿Qué demonios está pasando? —pregunta Gabriel, intentando mantener la compost
Leer más
19. Es él mismo.
Ahí está, sentado en silencio, como una sombra de furia contenida. Vicente me mira, y puedo sentir la tensión en su mandíbula. No ha dicho una palabra, pero todo en su postura grita lo que está sintiendo. El aire está cargado de esa energía que siempre hay entre nosotros: deseo, rabia, obsesión. Todo mezclado en un cóctel peligroso.—¿Estás disfrutando de esto? —me pregunta, con esa calma gélida que es más aterradora que los gritos.—¿De qué estás hablando? —le respondo con una sonrisa tranquila, fingiendo inocencia.—De Gabriel —gruñe, sin rodeos. Vicente nunca ha sido del tipo que da vueltas al asunto cuando está al borde de perder el control—. Crees que puedes jugar con él y conmigo al mismo tiempo.—¿No puedo? —le lanzo una mirada juguetona, sabiendo exactamente cómo provocarlo—. No pensé que estabas en la misma categoría que él.Vicente se inclina hacia mí, sus ojos oscuros clavándose en los míos. Puedo sentir su respiración caliente en mi rostro, y por un segundo, el ambiente en
Leer más
20. Sin siquiera levantar un dedo.
El silencio en el coche es denso, casi tangible. Vicente me mira con esa mezcla de furia y deseo, su mano aún en mi cintura, como si no quisiera soltarme. Y, a decir verdad, tampoco lo hará. No mientras siga obsesionado conmigo. Lo más irónico de todo esto es que, cuanto más intenta controlarme, más se enreda en su propia trampa. Yo siempre tengo la ventaja, aunque él se convenza de lo contrario.El coche se detiene frente a mi apartamento. Vicente no dice nada, pero su mano se aferra a la puerta, como si no quisiera dejarme ir. Está en ese punto de quiebre donde la frustración y la atracción chocan, y no sabe cómo manejarlo.—¿No me vas a invitar a subir? —me pregunta, en un tono que intenta ser casual, pero falla estrepitosamente.Le lanzo una mirada de incredulidad, divertida por su atrevimiento. Después de todo lo que ha pasado esta noche, todavía cree que puede aparecer en mi puerta como si fuera a rendirme a sus pies.—Vicente, cariño —le digo con un tono dulce y venenoso a la v
Leer más