Dante El frío de la mañana roza mi piel cuando muevo el brazo buscando el calor de Lucía. Pero en cuanto mi mano encuentra nada más que la sábana vacía, mis ojos se abren de golpe. Me incorporo de inmediato, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. La habitación está vacía. Miro alrededor, con la esperanza de verla en el baño, pero la puerta está entreabierta y las luces apagadas. Un mal presentimiento se instala en mi pecho. No. Ella no se iría. Me obligo a descartar esa idea, aunque la sensación sigue ahí, enterrada bajo la desconfianza que he cargado toda mi vida. Estoy en su casa, en el centro de la Bratva rusa. Aunque quisiera, no podría ir muy lejos sin que me lo hicieran saber. Me paso la mano por el cabello, exhalando con pesadez, y busco mis pantalones en el suelo. Los recojo y me los pongo con movimientos rápidos. Si Lucía se ha ido, necesito encontrarla. Pero justo cuando estoy abrochando el botón, la puerta de la habitación se abre. Levanto la mirada y la v
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