Comencé a despertar algo aturdida. Supongo que los eventos de la noche anterior habían sido demasiados para mí. Me senté en la cama y me desperecé completamente. Al mirar a mi lado, me encontré con el cuerpo de Azrael, que duerme boca abajo, con la manta cubriéndolo hasta la cadera y dejando su gloriosa espalda al descubierto.Mientras casi literalmente babeaba al observarlo, noté algo en su espalda. Justo un poco más abajo de sus hombros, se encontraban dos protuberancias. A cada lado de su espalda sobresalen lo que, en mi opinión, parecen ser huesos. Pero es extraño; las personas no tenemos esos huesos allí. Además, se ven tan marcados, como si estuvieran a punto de salirse de su piel.Curiosamente, estiré la mano y acaricié la zona, sintiendo la dureza de aquellos bultos.—¿Qué crees que haces? —la voz de Azrael me sorprendió, haciendo que pegara un brinco en la cama.—¿Estabas despierto?—Me has despertado tú tocando donde no debes —se volteó a verme, sentándose en la cama y revol
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