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Capítulo 31: Rusia |Vida Nueva|
La mañana en San Petersburgo amaneció gris, como si el cielo mismo entendiera la mezcla de emociones que agitaban el corazón de Madison. Era un día importante, uno que había imaginado en innumerables noches solitarias mientras estaba cautiva. En aquel entonces, pensar en este momento —en ver a su hija entrar al colegio por primera vez— era lo único que le daba fuerzas para resistir. Ahora, tres años y medio después, ese día había llegado, pero la emoción de verlo hecho realidad estaba teñida de un temor profundo que no podía evitar. El pequeño apartamento en el que vivía con su madre, sus dos hermanas y los sobrinos estaba lleno de movimiento desde temprano. Su hija, Lucía, de cinco años, saltaba de un lado a otro con una energía desbordante. —Su cabello rubio estaba oculto bajo un tono chocolate oscuro, el cual Madison había teñido al igual que el suyo en una búsqueda cambiar un poco su apariencia y enterrar su pasado, como si ese hecho las hiciera otra persona—Lucía tenía el pelo r
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Capítulo 32: ¿Dónde está papá?
El aire frío de San Petersburgo golpeaba con suavidad el rostro de Madison mientras caminaba de la mano de Lucía, mejor dicho: Megan. quien no paraba de contarle con entusiasmo los detalles de su primer día de clases. La niña saltaba de un lado a otro, arrastrando un poco a su madre, quien intentaba mantener el ritmo. Madison, o “Dasha” como era conocida ahora, mantenía su mirada fija en el camino, sus pensamientos divididos entre el presente y las palabras de Megan que resonaban como un eco cálido en medio de su tensión constante. —¡Y mamá! —exclamó Lucía con los ojos brillando de emoción—. Mi amiga nueva se llama Alina, y tiene un gatito que se llama Misha. Me dijo que un día me va a invitar a su casa para verlo. ¿Tú crees que podamos ir? ¡Quiero conocerlo! Dasha sonrió, aunque su mente estaba alerta a cada movimiento a su alrededor. Apretó un poco la mano de su hija, más por necesidad de asegurarse de que estaba allí que por otra cosa. —Claro que sí, mi amor. Si su mamá nos invi
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Capítulo 33: ¿Quieres ser mi papá?
Después de unos minutos, se pusieron de pie y retomaron el camino a casa. Megan, aunque más tranquila, no tardó en recuperar su entusiasmo y comenzó a contarle sobre los juegos que había aprendido en la escuela. Dasha la escuchaba, respondiendo con pequeñas sonrisas y asentimientos, mientras en su mente juraba que haría todo lo necesario para mantenerla a salvo y feliz, sin importar lo que costara. Dasha y Megan acababan de regresar del colegio, caminando juntas hacia el edificio donde vivían. El primer día de clases de Megan había sido una mezcla de emoción y nervios, pero parecía haber salido bien. La niña sujetaba firmemente la mano de su madre mientras hablaba sin parar, describiendo con entusiasmo a su maestra, sus nuevos compañeros y todo lo que había aprendido. —¡Mamá! ¿Sabías que mi maestra se llama Elena y que tiene un gatito blanco? Dice que se llama Luna, como la luna del cielo. ¿Podemos tener un gatito también? Dasha sonrió, aunque había un cansancio en sus ojos. —V
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Capítulo 34: Capítulo FINAL
Dasha llevaba una rutina estricta y bien organizada. Hacia poco su hermana y madre se habían cambiando a departamento distintos. Ella en la mañana, tomaba de la mano a Megan, y la llevaba al colegio. Luego regresaba a casa, se dedicaba a sus clases de ruso, a sus sesiones de terapia psicológica, y a las tareas del hogar. Por la tarde, volvía a recoger a Megan, y ambas compartían el resto del día entre juegos, cuentos y las pequeñas obligaciones que una vida tranquila exigía. Había hecho progresos importantes. Por fin se sentía lo suficientemente segura con el idioma ruso como para dar un paso que había postergado durante años: inscribirse en la universidad. Era un sueño que había tenido desde mucho antes de mudarse a Rusia, pero la barrera del idioma, sumada a los eventos traumáticos de su pasado, había hecho que lo dejara de lado. Su familia y su círculo cercano, especialmente Iván, la habían animado a intentarlo. Iván era un vecino que se había convertido en un apoyo constante p
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E P í L O g O
Dos años habían pasado desde aquella noche en que Dasha aceptó salir a cenar con Iván. Dos años llenos de pequeños avances, de momentos compartidos y de una confianza que había ido creciendo poco a poco. Dasha había logrado mucho en ese tiempo: estaba a punto de terminar su segundo año en la universidad, había hecho amistades nuevas y, sobre todo, había aprendido a abrir su corazón, aunque fuera con pasos tímidos.Iván había sido una constante en su vida, siempre paciente, siempre atento. Nunca había forzado nada, y eso había permitido que, con el tiempo, la relación entre ellos se convirtiera en algo sólido, aunque aún no del todo definido. Megan, por su parte, lo adoraba. Para ella, Iván no era solo el vecino amable que siempre estaba dispuesto a jugar o a llevarlas a tomar helado; se había convertido en alguien más, alguien especial.Ahora, el cumpleaños de Dasha estaba a la vuelta de la esquina, y Iván había decidido que era el momento de dar un paso más. No quería precipitarse,
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