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Capítulo 21: El Juicio |Parte uno|
Camino hacia el estrado con el peso de los años colgando de mi espalda. Cada paso resuena en mi cabeza como si el tiempo se ralentizara, como si el universo quisiera que sintiera cada segundo de este momento. La sala está tensa, expectante. No miro a Víctor, porque sé que sus ojos están clavados en mí, tratando de perforarme como cuchillos. Pero no me importa. Ya no. Cuando llego al estrado, el alguacil me indica dónde sentarme. Mis manos están firmes, aunque dentro de mí, el temblor amenaza con desbordarse. Respiro hondo antes de levantar la mirada hacia el juez. —Nombre completo —me pide el fiscal. —José Enrique Rinaldi. —¿Edad? —Treinta y cinco años. —¿Relación con el acusado? Mis ojos se desvían por un momento hacia Víctor. Lo veo, con la mandíbula apretada, los puños tensos sobre la mesa. Nunca había visto tanto odio en un rostro, pero es un odio que no me amedrenta. —Fuimos amigos. Por muchos años —respondo con voz clara. —¿Puede explicarnos su relación
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Capítulo: Pruebas |Juicio Parte dos|
VíctorLa sala estaba en silencio absoluto cuando Víctor Cascuzo se levantó para caminar hacia el estrado. Sus pasos eran lentos, calculados, como si quisiera proyectar calma, pero la tensión en sus hombros lo delataba. Era un hombre acostumbrado a dominar, pero el aire pesado en el tribunal parecía quitarle fuerza. El juez lo observaba con atención, y el fiscal ya estaba de pie, preparado para comenzar el interrogatorio más intenso del juicio. —Señor Cascuzo —comenzó el fiscal, con la voz firme y una mirada que atravesaba como cuchillos—, durante los últimos días, hemos escuchado testimonios que describen su relación con Madisson y las circunstancias de su vida en el campo. Ahora es su turno de hablar. Recuerde que está bajo juramento. Víctor se acomodó en el asiento del estrado, fingiendo serenidad. —Estoy aquí para decir la verdad, señor fiscal. Nada más que la verdad. El fiscal no se dejó intimidar por la aparente seguridad del acusado. —Muy bien, señor Cascuzo. Empece
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