Cuando volvió a mirarme, sus ojos solo reflejaban desesperación y remordimiento.—¿Cómo… cómo pudo pasar esto? Cailin, lo siento, pensé que solo estabas celosa y fingías. Creí que habías hecho una cesárea antes de tiempo… No sabía que el bebé realmente…Cuanto más lo veía lamentarse, más me repugnaba.Si hubiera sentido algo, lo que fuera, por mí y nuestro hijo, nunca nos habría dejado abandonados para atender el parto de un perro.Apresurándome para el entierro, lo ignoré y seguí caminando. Dora me sostuvo, acompañándome al auto.Otto nos alcanzó, con el rostro enrojecido de vergüenza.—Dora, lo siento, de verdad, no entendía… yo…Sin mirarlo, Dora le cerró la puerta en la cara.—¡Eres un imbécil sin remedio!-Llegamos al cementerio en silencio, pero no estábamos solas. Los hermanos Delfin también aparecieron, con Naira siguiéndolos como una sombra.Al verlos, sentí un nudo en el estómago, pero decidí no decir nada. Hoy se trataba de mi hijo, y lo último que quería era que su despedi
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