Todos los capítulos de Aviso: ¡Nunca molestes a tu ex esposa!: Capítulo 71 - Capítulo 77
77 chapters
71 - Isabela.
Federico Lombardi salió de la habitación de Anaís con el peso de sus palabras aun rondándole en la mente. Había aceptado convertirse en su escolta personal, un precio que parecía menor comparado con la magnitud de su culpa. Sin embargo, no se sentía liberado, sino atrapado en una red de decisiones pasadas que ahora regresaban a exigir cuentas. Caminó por el pasillo con pasos lentos y cabeza gacha, intentando recuperar el control de sus emociones. Fue entonces cuando la vio.Isabela.Estaba de pie al final del pasillo, apoyada contra la pared, como si el destino hubiera decidido ponerla allí justo en ese momento. Al principio creyó que Anaís mentía solo para ver su reacción, pero en realidad era verdad. Isabela estaba esperándolo. Federico sintió un vuelco en el corazón, una sensación que no había experimentado en años. Era la primera vez que la veía desde que sus caminos se separaron abruptamente. Aunque el tiempo había dejado su huella en ambos, la belleza de Isabela seguía intacta, p
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72 - Un hogar.
El coche negro avanzaba con suavidad por las calles iluminadas por el sol. Anaís miraba por la ventana, intentando calmar la curiosidad que comenzaba a apoderarse de ella. Ernesto había insistido en conducir él mismo, algo que rara vez hacía, y el destino era un misterio que solo él conocía. Finalmente, incapaz de contenerse, Anaís rompió el silencio.— ¿A dónde me llevas? — preguntó, cruzando los brazos con una expresión mezcla de desconfianza y ternura.Ernesto sonrió, pero no apartó la vista del camino.— Es una sorpresa — dijo con calma.Anaís suspiró. Odiaba las sorpresas. Tal vez porque nunca había recibido una que valiera la pena, o porque aquellas que ella había intentado dar en el pasado siempre habían sido ignoradas o rechazadas. Una sombra de tristeza cruzó por su rostro mientras recordaba los años desperdiciados con Jorge, intentando ganar su amor y atención.— Gracias — murmuró de repente, sorprendiéndose incluso a sí misma.Ernesto giró la cabeza brevemente para mirarla.
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73 - Un guardaespaldas terco.
El día había comenzado con un aire de tensión palpable en la casa. Anaís se había levantado temprano, preparando cada detalle para su regreso a la oficina. Era un paso simbólico, una declaración de que no viviría con miedo. Sin embargo, Ernesto no compartía su entusiasmo.— Es una muy mala idea, Anaís — dijo Ernesto, cruzado de brazos frente a la puerta mientras ella ajustaba su bolso.— Lo sé, Ernesto. Pero si confié en que podría escapar de Ezra, también puedo confiar en que Federico Lombardi salvará mi vida si algo ocurre — respondió con determinación. Su voz tenía un tono tranquilo, pero sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y valentía.Ernesto bufó, claramente frustrado.— Es la peor forma de vengarte de alguien que te entregó a un… mal hombre, por no llamarlo proxeneta hijo de puta. Pero ¿qué puedo hacer contigo? Aun así, no irás sola.Anaís lo miró, entendiendo que la preocupación de Ernesto era genuina. Se acercó y le dio un beso suave en los labios.— Gracias por cuidar de m
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74 - Juegos de caza.
El jet privado aterrizó con una suavidad que solo se logra con experiencia. Ezra bajó los escalones con la calma de un depredador. Inhaló profundamente el aire de la ciudad y una sonrisa torcida se formó en su rostro. Estar allí era como volver a casa, a su campo de batalla, a su terreno. La cacería había comenzado, y su presa, Anaís, ni siquiera lo sabía… o eso creía él.Con una mirada, Ezra indicó a sus hombres que lo siguieran, mientras su asistente personal, una mujer alta de cabello negro como el azabache, ajustaba su paso al ritmo de su jefe.— ¿Qué tenemos? — preguntó él con un tono frío.— Los movimientos preliminares indican que Anaís ya ha comenzado a mover sus fichas. — La asistente le ofreció una tableta.Ezra estudió la información en silencio, asintiendo lentamente mientras sus labios murmuraban un pensamiento inaudible. Por supuesto, no esperaba menos de Anaís. Si algo la hacía destacarse, era su habilidad para atacar justo donde dolía, siempre calculadora, siempre un p
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75 - Vamos tras ella.
La noche caía sobre la imponente mansión de Federico Lombardi, donde cada sombra parecía susurrar secretos. Desde el otro lado de la calle, Lucrecia observaba, oculta tras un árbol. Su contacto le había asegurado que el misterioso Ezra estaría allí. Había llegado el momento de confirmar si su intuición era correcta: Ezra y Lombardi compartían algo más que un odio visceral por Anaís.Cuando las luces de un auto negro se proyectaron en la entrada, Lucrecia adoptó su postura. El vehículo se detuvo con precisión, y de él cayó Ezra, una figura tan intimidante como elegante. La misma presencia que la había intrigado y aterrado a partes iguales en las pocas ocasiones en que había oído hablar de él. Sin dudarlo, Lucrecia salió de su escondite y se plantó frente al hombre.Ezra se detuvo y la miró de pies a cabeza, sus ojos recorriéndola con la misma frialdad con la que un cazador estudia a su presa.— ¿Quién eres? — preguntó, su voz grave cortando el aire como un cuchillo.Lucrecia sonriendo,
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76 - Estás lejos de casa.
La silueta de Ezra destacaba en el amplio vestíbulo de la Corporación Wes. Vestido impecablemente con un traje negro que parecía esculpido en su cuerpo, caminaba con la arrogancia de un hombre que sabía que el mundo le pertenecía. Los empleados lo miraban, susurraban entre ellos, mientras él ignoraba cualquier gesto de admiración o temor. El asistente de Anaís, un joven nervioso, intentó detenerlo.— Disculpe, señor, no puede entrar sin cita previa…Ezra lo miró de arriba abajo, su expresión fría y calculadora haciéndolo retroceder instintivamente.— No suelo pedir permiso — respondió con calma mientras seguía caminando hacia la oficina de Anaís.El joven intentó insistir, pero un gesto de advertencia de Ezra lo detuvo. Era como si el aire a su alrededor se tensara, haciendo que incluso los más valientes reconsideraran sus decisiones. ¿Por qué todos eran intimidantes?Cuando abrió la puerta de la oficina sin molestarse en anunciarse, la encontró. Anaís estaba sentada tras su amplio esc
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77 - Secuestro 2.0 de Anaís.
Anaís salió de la oficina con pasos firmes, pero su corazón latía con fuerza. La llamada que había recibido prometía respuestas sobre Lucrecia, y aunque su instinto le decía que algo no estaba bien, no podía ignorar esa pista. Aprovechó que Ernesto estaba en un tenso enfrentamiento verbal con Ezra para escabullirse y dirigirse a su coche.Cuando subió al vehículo y cerró la puerta, un "clic" metálico resonó a su alrededor. El seguro automático se activó, y el coche arrancó sin que ella tocara nada.— ¿Qué demonios…? — masculló, pegando la espalda contra el asiento.A través del parabrisas vio a Ernesto corriendo tras el coche. Golpeaba el cristal con una mezcla de desesperación y furia, gritando su nombre. Anaís trató de abrir la puerta, pero estaba bloqueada.— ¿Quién carajos está haciendo esto? — gritó, girando hacia el asiento trasero.Y entonces la vio.Lucrecia. Sentada tranquilamente, con una sonrisa cruel que congeló la sangre de Anaís.— ¿Sorprendida? — preguntó Lucrecia, incl
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