Anaís se miró al espejo una última vez antes de salir de la habitación. Su reflejo le devolvía una mirada cansada, pero decidida. Sabía que encontraría a Jorge en su mansión, perdido en su dolor, y aunque cada parte de su ser le decía que no debía ir, una fuerza superior la empujaba a hacerlo. La muerte de Matilde Guerrero, una mujer que había sido como una abuela para ella, no era algo que pudiera ignorar. Ellas habían compartido un vínculo fuerte y era su más fiel aliada en esa casa, cuando aún era la esposa de Jorge.Ernesto, apoyado en el marco de la puerta, la observaba con expresión seria. No estaba de acuerdo con esta decisión, pero entendía que Anaís tenía un vínculo especial con la abuela de Jorge, y que negarle este momento sería como cortar una parte de su alma. La noche anterior, apenas se enteraron de lo sucedido, él pidió su alta, y entonces volvieron al edificio de ella, y ahora, verla prepararse, para ir a consolar a ese bastardo, lo hacía sentir incómodo.— ¿Estás seg
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