Pero, aún así, siguió adelante y pasó. Al otro lado del estacionamiento, Andi vio a César, al que tanto quería ver, y justo cuando iba a saludarlo y presentárselo a su mamá, Perla le tapó la boca y lo abrazó. Rápidamente subió al auto y le puso el cinturón de seguridad a Andi mientras el conductor arrancaba el vehículo.Perla no había imaginado que, justo al bajar del avión, se encontraría con César. ¡Y él venía corriendo hacia ellos! En su apuro, no escuchó lo que Andi había dicho. Que ella no escuchó, no significa que Marina no lo haya oído. Con una mirada profunda, observó a Andi. ¿No será que el pequeñín vino a Puerto Mar a propósito? Marina había pensado que, estando ellos en Valle Motoso, ella podría evitar encontrarse con ellos en Puerto Mar, pero nunca pensó que los encontraría tan fácilmente.Cuando César llegó corriendo, ya no estaba ni el auto ni la gente, solo el olor de los neumáticos arrancando a toda velocidad. Se quedó allí, respirando agitadamente, con una mirada lle
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