El día esperado había llegado, todos estaban preparados en la mansión Rowling. Al final, Mónica insistió tanto, que la dejaron ir. —No saldrás del auto a menos que yo lo diga —la regañó su padre. —¡Ten mucho cuidado, Mónica! —Elsa agarró sus manos, se estaban despidiendo. —Piensa en el bebé que esperas… —murmuró Miles, preocupado. Los labios de Mónica se curvaron en una sonrisa. Abrazó a Elsa, dándole a entender que no le pasaría nada. —Estaremos bien. —Vamos, cariño, solo es cuestión de esperar —la motivó Camilo, llevándola a la sala. —¿Llevas el maletín? —cuestionó Alejandro, viendo a su yerno. —Está en el auto —respondió, saliendo de la mansión—. ¿Y tus hombres? —Ya están en el muelle… se hacen pasar por vendedores de pescado, así que tranquilo. Me han informado que David todavía no ha llegado —dijo, caminando a su lado. Mónica tenía la vista fija en el suelo. No iban a dejarla ir por su bien, pero ella quería oír el último aliento de David, para estar segura de que ya no
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