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Todos los capítulos de Soy Suya Señor Karl.: Capítulo 31 - Capítulo 40
44 chapters
31. Mi canelilla.
Karl La amo más de lo que puedo entender. Es como una obsesión que me carcome por dentro, hasta el punto de querer arrancarle los dientes a cualquiera que intente interponerse entre nosotros. Más ahora, cuando estoy seguro de que ella es mi Canelilla, la mujer que he buscado por tanto tiempo, mi única razón. Pero hoy... este imbécil, este desconocido, tuvo el atrevimiento de abrazarla frente a mí. ¿Quién se cree? Me importa un comino si dice ser su amigo, no tiene ningún derecho. —Lo siento, Naira… no lo sabía —dijo ese idiota, retrocediendo como si yo fuera un perro rabioso. —Estás claro —respondí con un tono helado—. No te acerques a mi futura esposa. —Manuel, tranquilo, Karl. Cálmate. —Naira colocó una mano en mi pecho, notando mi furia—. Solo es un amigo, no pasa nada. Por favor, no hagamos un escándalo. Vinimos a ver a mi madre, ¿recuerdas? Su tono era firme, pero también había un toque de molestia que me hizo dar un paso atrás. Asentí en silencio, aunque todavía sentía
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32. Mi madre no quiere irse conmigo.
NairaMe sentí aturdida cuando mi madre me reveló que el señor Karl y yo nos conocíamos desde que éramos niños. Era imposible creer que, después de tantos años, el destino nos hubiera reunido de esta forma. Resulta que, tras el huracán que destruyó nuestra finca y me arrebató a mi padre, también perdí la memoria de todo lo ocurrido ese fatídico día, incluyendo mi memoria sobre mi pequeño amigo Karl. Ahora, escucharlo de labios de mi madre era como si estuviera armando un rompecabezas que nunca supe que había perdido. —Entonces, señor, ¿soy su "canelilla", como usted dice? —le pregunté con una mezcla de curiosidad y asombro. Karl sonrió con ternura mientras tomaba mis manos entre las suyas. Su calidez me hizo estremecer, y cuando dejó un beso suave en el dorso de mi mano, el latido de mi corazón se aceleró como una locomotora en pleno proceso. —Sí, Naira, tú eres mi canelilla —respondió él, sus ojos llenos de emoción—. Eres la misma niña que me volvía loco con sus travesuras. Te bus
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33. La Pantera había regresado.
KarlCuando llegamos a la mansión, Naira y yo no perdimos ni un segundo. Apenas cerramos la puerta, el deseo nos consumió como dos llamas que se encuentran para arder juntas. Su cuerpo, cálido y encajado perfectamente en mis brazos, era todo lo que necesitaba para olvidarme de los problemas, de mis demonios, y de las sombras que siempre han rondado mi vida. La tumbé suavemente en la cama y me perdí en ella, dejando que su calor me envolviera, llenando cada espacio vacío dentro de mí.Estaba loco por ella, ya no había duda. Había pasado demasiado tiempo intentando negarme este sentimiento, tratando de convencerme de que mi vida no podía permitirse un amor como este. Pero Naira había rebasado todos mis límites. Ella no solo había cruzado las barreras que yo mismo me había impuesto, sino que las había destruido por completo. Y ahora no había vuelta atrás.Mientras la miraba moverse debajo de mí, hermosa y radiante, lo supe con certeza: haría lo imposible por hacerla feliz. Naira era mi lu
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34. Perdida de mercancía.
Karl.Finalmente llegamos a la cueva donde almacenábamos los productos destinados a exportación. Mijael se quedo afuera por cualquier ataque. El eco de mis pasos resonaba entre las paredes húmedas y oscuras, mientras observaba a Josué contando las cajas con nerviosismo evidente. Otros hombres se acercaron rápidamente para ayudarlo. Algo no cuadraba. —¿Cuántas cajas faltan? —pregunté con voz firme, sin levantarla, pero lo suficiente para imponer autoridad. —Seis, señor. —Josué alzó la mirada, sudando, y tragó saliva antes de añadir—: Además… los dos hombres que estaban trabajando estos dias en esta área han desaparecido. Mis ojos se estrecharon, y sin pensarlo dos veces, apunté mi arma hacia él. El clic del seguro resonó en el aire como un latido ominoso. Josué dio un paso atrás, levantando las manos, su rostro palideciendo por completo. —Señor, por favor, créame. No soy yo quien hace esto. —¿Estás seguro? —repliqué, acercándome a él lentamente, sosteniendo la pistola firme, la mi
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35. Secretos revelados.
Naira.Me levanté temprano y caminé por el jardín, dejando que el aire fresco acariciara mi rostro. El canto de los pájaros llenaba el ambiente con una melodía dulce, mientras las gallinas cacareaban y los perros ladraban a lo lejos. Por primera vez en mucho tiempo, me permití disfrutar de este lugar. Antes, no creía merecerlo. Pero como Karl me ha insistido, debo aprender a vivir el presente. Ahora me siento segura, aunque una parte de mí sigue inquieta por las decisiones de mi madre. Suspiro profundamente, deseando poder abrirle los ojos y ayudarla a ver la verdad sobre el hombre que tiene a su lado.Mientras observo a los caballos relinchar y a los peones trabajando, no puedo evitar pensar en Karl. Lo amo, y sé que él siente lo mismo por mí, pero sus secretos me atormentan. Lo veo en sus ojos, en sus pesadillas que lo despiertan sudoroso en las noches. Karl se esfuerza por aparentar fortaleza, pero yo puedo ver su dolor. Ojalá pudiera ayudarlo a liberar esa ira que guarda en su int
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36. Quiero vivir dignamente.
KarlEra la primera vez que me estaba abriendo a alguien, la primera vez que confesaba los secretos que había guardado durante años. Naira era la indicada, lo supe desde el primer momento en que vi sus ojos llenos de vida, esperanza y esa chispa que parecía iluminar incluso los rincones más oscuros de mi ser. Sabía que eventualmente ella descubriría todo sobre mí, que mi padre estaba encerrado, que mi pasado era un infierno que aún ardía en mi interior. No podía ocultárselo; no a ella. Y aunque me aterraba la idea de su juicio, sentí un alivio indescriptible al compartir mi verdad.Durante años, había llevado un peso insoportable sobre mis hombros, uno que me había doblado, quebrado y consumido, pero ahora, con Naira, era diferente. Su presencia me hacía querer algo más, algo mejor. Por primera vez en mi vida, podía imaginar un futuro lleno de luz: casarme con ella, tener hijos y ser el hombre que siempre soñé ser, no como mi padre, un hombre que destrozó todo lo que tocó, ni como mi
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37. Venganza cumplida.
Unas semanas después.Karl Habían pasado unos días desde que envié a Mijael a investigar a Margaret y a su esposo. Tenía claro que ellos habían cruzado límites que jamás debieron tocar. Por años, había intentado dejar atrás los fantasmas del pasado, pero su traición y las heridas que causaron seguían ahí, presentes. Hoy, después de tanto tiempo, les haría frente. Mientras reflexionaba, me serví un coñac, observando cómo la luz del día se filtraba por las cortinas de mi despacho. No podía negar que lo que estaba a punto de hacer era drástico, pero sentía que era necesario para cerrar un capítulo de mi vida. Mijael llegó poco después. Su expresión satisfecha decía mucho antes de que abriera la boca. Le ofrecí un vaso de coñac y se sentó frente a mí con esa confianza que solo él tenía cuando conseguía resultados. —Dime, Mijael, ¿qué averiguaste? —Señor, todo está listo. Margaret y su esposo están preocupados, intentan cubrir sus huellas, pero encontramos pruebas suficientes para hun
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38. Quien era él enmascarado?
NairaObservaba mi anillo de piedra roja con una sonrisa radiante. La emoción me llenaba por completo; pronto sería la esposa de Karl Voss, algo que nunca imaginé que sucedería. Mis dedos rozaban la superficie de la joya como si quisiera grabar cada detalle en mi memoria. Además, mi cumpleaños estaba cerca, pero aún no se lo había mencionado a Karl. Quería sorprenderlo, aunque él ya había llenado mi vida de tantas sorpresas.Esa semana hablé con mamá. No fue una conversación larga, pero sí importante. Le conté sobre mi compromiso y la invité a estar cerca para la boda. Para mi alivio, aceptó sin dudarlo. Tenerla a mi lado en un momento tan especial era lo único que deseaba.Por otro lado, no podía dejar de notar el cambio en Karl. En los últimos días, había pedido aumentar el salario de los peones y mejorar las condiciones del rancho, incluso ordenó que se empiece a construir las casas de los que vivían al otro lado de la montaña en la que un tiempo fue mi hogar. Me sorprendió cada co
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39. La desesperación y la Ira de un monstruo.
KarlEl eco de los gritos de Margaret en la cárcel de mujeres aún resonaba en mis oídos mientras abandonaba aquel lugar. La ironía de su destino no escapó a mi atención: una mujer acostumbrada a manipular a todos a su alrededor, ahora sometida a su propio infierno personal. Su esposo, ese hombre despreciable, estaba pagando su penitencia en la cárcel de hombres, rodeado de peligros que, con un poco de ayuda, se volverían inevitables. Había mandado a Mijael para asegurarnos de que ambos sintieran la verdadera magnitud de su maldad. El pago mucho dinero a algunos reclutas para hacer el trabajo sucio.Sabía que Margaret creía que iba disfrutar la herencia de su difunto padre, pero el viejo había sido más astuto de lo que ella imaginaba. Toda su fortuna terminó en manos de su joven esposa, una burla final que selló el destino de Margaret. Salí del lugar sintiéndome aliviado, aunque sabía que esto era solo el principio de lo que les esperaba.Al regresar a la mansión, me sentía más relajado
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40. Derrotado.
NairaSentía mis pies entumecidos por la incómoda posición en la que llevaba horas. Cada músculo de mi cuerpo pedía descanso, pero el pánico no me dejaba pensar con claridad. Sabía que estaba dentro de un barco; el vaivén del agua y el constante murmullo de las olas me lo confirmaban. No podía ver mucho, solo percibía la oscuridad opresiva de la bodega y los sonidos de pasos pesados sobre la cubierta. Afuera, el bullicio de los hombres que manejaban la nave resonaba como una amenaza constante.De repente, un ruido fuerte proveniente de la parte trasera rompió la tensión. Mi corazón dio un vuelco cuando escuché una voz llena de furia. Era él. Podía sentir su rabia incluso antes de que abriera la puerta. Intenté desatar mis manos atadas a la espalda, pero mis dedos estaban entumecidos, y la soga estaba tan apretada que apenas podía moverme. El miedo me secaba la garganta, y la sed comenzaba a hacerse insoportable.La puerta se abrió de golpe, y allí estaba él. Su figura llenó el umbral,
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