Ryle percibió sus mejillas colorearse, y dejando escapar un suspiro enamorado, apenas cerró los ojos por unos segundos. Sin embargo, cuando escuchó algunos pasos acercarse, frunció levemente los labios. — Alguien viene, Leo — gruñó, haciendo un puchero. — Oh... Entonces te llamo en un rato, amor. ¿Está bien? — Sí, te amo mucho. — Te amo mucho más, Ryle. — Y colgando la llamada en el momento justo, Ryle admiró como su madre se asomaban por la puerta. Una sonrisa que días antes, le comenzó a desagradar. — Hola, querido — con voz maternal, ella murmuró. El omega de inmediato se enfurruñó en las cobijas, volviendo la mirada hacia la televisión. No era un misterio que estaba enojado con Angela, y aunque se sintiese terrible al estar actuando de aquella manera con su mamá, no podía evitarlo. Nunca había sido un mal hijo, y supuso que un poco de resentimiento no lo haría cambiar. »— Vine para avisarte que tienes una visita abajo... ¿Te gustaría que subiera aquí? — Cuestionó, logrando
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