Lía se arquea en la cama, los gritos de dolor llenan la habitación. Las contracciones son intensas, y su cuerpo parece no dar tregua. Siente la presión creciente, el calor en su piel y la incertidumbre en su pecho. Cada respiro es un esfuerzo, y su mente, aunque nublada por el sufrimiento, solo puede pensar en lo que está por venir: su bebé, la nueva vida que está a punto de nacer. Su teléfono, olvidado sobre la mesa de noche, comienza a vibrar. Es Caleb. Lía lo mira, pero no tiene fuerzas para contestar. Su visión se nubla momentáneamente por el dolor, y una mezcla de emociones la invade. Aunque Caleb ha estado a su lado, ella sabe que algo dentro de ella sigue atada a Einar. La realidad es que, por más que lo intente, no puede dejar de pensar en él. —Respira, Lía… Respira —murmura Caleb desde la puerta, entrando rápidamente y acercándose a ella. Su expresión es preocupada, pero Lía, en su angustia, no lo nota de inmediato. Las contracciones se intensifican, y Lía solo puede apreta
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