Capítulo 58. Convergencia de caminos.
Inés se movió con dificultad, por lo que a ella le parecieron horas, aunque tan solo habían sido minutos. Le dolía el pie, debió tomar un palo que usó como bastón para ayudarse a movilizar su corazón, latiendo desbocado en su pecho. Cada sonido la sobresaltaba, temiendo que en cualquier momento Enrico o sus hombres la alcanzaran. Pero siguió adelante, impulsada por el deseo desesperado de libertad y el anhelo de volver a ver a su hijo.Finalmente, exhausta, dolorida y desorientada, llegó a lo que parecía ser una carretera secundaria. El cielo ya comenzaba a aclararse, anunciando el amanecer. Inés se detuvo, jadeando, sudando, tratando de decidir qué hacer a continuación. En ese momento, vio las luces de un vehículo acercándose. Sin pensarlo dos veces, se paró en medio de la carretera, agitando uno de sus brazos frenéticamente. El auto frenó bruscamente a pocos metros de ella.—¡Por favor, ayúdeme! —gritó Inés, acercándose a la ventanilla del conductor. La puerta se abrió e Inés pudo
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