Capítulo 38. La revelación de Trina.
Carolina estaba absorta en la mirada de su hija, acariciando su frente, aliviada de tenerla de vuelta, aunque fuera en una cama de hospital. Mientras tanto, Lisandro las miraba, con una mezcla de ternura y anhelo en su corazón. De repente, Trina giró la cabeza hacia Lisandro, sus ojos aún llenos de sueño, pero con un destello de curiosidad.—¡Ven para que conozcas a mi princesa! —dijo Carolina con una voz suave, señalando a Lisandro.Trina lo miró, sus ojos grandes y brillantes, llenos de inocencia. Lisandro sintió que su pecho se llenaba de una calidez indescriptible. Con un paso vacilante, se acercó a la cama, sintiendo que cada movimiento contaba.—Hola, pequeña —dijo Lisandro, sonriendo. A pesar de la situación, había algo reconfortante en la forma en que Trina lo miraba.La niña se quedó mirando a Lisandro embobada, con una expresión de admiración en su rostro. —Hola, eres mi salvador y ¡Eres muy guapo! —exclamó, lo que provocó que Carolina y Lisandro se miraran sorprendidos y
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