La luz pálida del amanecer se filtraba por las ventanas del despacho de Carttal, proyectando sombras alargadas sobre el suelo de mármol. La mansión, normalmente un símbolo de control y poder, ahora se sentía como una prisión asfixiante. El aire estaba cargado de tensión y frustración.Ethan permanecía en silencio, apoyado contra la pared, observando a su jefe con cautela. Carttal, con el rostro pálido por la pérdida de sangre y las horas de insomnio, no dejaba de repasar mapas y registros. Cada línea, cada nombre, cada lugar relacionado con Sibil había sido rastreado. Y aún así, no había rastro de Aslin.—Tiene que haber algo que no estamos viendo —murmuró Carttal, más para sí mismo que para Ethan.Su mente estaba agotada, pero no podía detenerse. No mientras Aslin estuviera en manos de esa mujer. Apretó los puños sobre el escritorio, obligándose a pensar con claridad. Sibil era meticulosa, pero también emocional. Había elegido a propósito lugares con significado. ¿Pero cuál?Ethan di
Ler mais