El traqueteo de la camioneta me sacudía con cada curva, pero el miedo que sentía era aún más violento. Mi mente no dejaba de repetir la imagen de Carttal, de rodillas, con sangre en el rostro. Sabía que él vendría por mí… pero, ¿y si no llegaba a tiempo? ¿Y si Sibil me arrebataba lo que más amaba?El nombre de esa mujer bastaba para helarme las venas. Esa mujer era mas que una enemiga, era un fantasma del pasado que Carttal había intentado enterrar sin éxito. Sabía que su obsesión por él no tenía límites, y ahora, yo era el blanco de su venganza.—Espero que estés cómoda —murmuró uno de los hombres, con una sonrisa torcida—. No queremos que te pase nada… todavía.Ignoré su burla, manteniendo la vista fija en la ventana, buscando alguna señal que me indicara dónde estaba. Todo lo que veía eran sombras y el destello ocasional de faros lejanos. El corazón me martillaba en el pecho mientras mi mente trabajaba a toda velocidad. Necesitaba encontrar una forma de escapar. Por mí… por mi bebé
La noche se cerraba sobre ellos como una amenaza silenciosa. Las luces de la ciudad se desdibujaban a medida que la caravana se internaba en caminos menos transitados. Carttal sentía el pulso en su sien, un martilleo insistente que mezclaba dolor y rabia. No podía perderla. No después de todo lo que habían pasado.—Ethan —llamó con voz ronca—. Ella no es tan lista como cree. Si no está en las propiedades conocidas, entonces está en algún lugar que signifique algo para nosotros.Ethan asintió, revisando una tableta con los mapas digitales y registros de propiedades.—Podría ser… la casa del acantilado —sugirió—. Usted la llevó allí cuando comenzaron a salir.Carttal negó con la cabeza.—Demasiado obvio. Sibil sabe que ese lugar sería lo primero que buscaríamos.La frustración crecía en su pecho como un veneno. Pensar con claridad se hacía más difícil con cada minuto que pasaba. La herida ardía bajo su chaqueta, la sangre seguía manando lentamente, debilitándolo, pero nada dolía más que
La luz pálida del amanecer se filtraba por las ventanas del despacho de Carttal, proyectando sombras alargadas sobre el suelo de mármol. La mansión, normalmente un símbolo de control y poder, ahora se sentía como una prisión asfixiante. El aire estaba cargado de tensión y frustración.Ethan permanecía en silencio, apoyado contra la pared, observando a su jefe con cautela. Carttal, con el rostro pálido por la pérdida de sangre y las horas de insomnio, no dejaba de repasar mapas y registros. Cada línea, cada nombre, cada lugar relacionado con Sibil había sido rastreado. Y aún así, no había rastro de Aslin.—Tiene que haber algo que no estamos viendo —murmuró Carttal, más para sí mismo que para Ethan.Su mente estaba agotada, pero no podía detenerse. No mientras Aslin estuviera en manos de esa mujer. Apretó los puños sobre el escritorio, obligándose a pensar con claridad. Sibil era meticulosa, pero también emocional. Había elegido a propósito lugares con significado. ¿Pero cuál?Ethan di
Apenas cruzaron la puerta del almacén, el frío del amanecer los envolvió como una bofetada helada. Aslin se aferraba a Carttal con las pocas fuerzas que le quedaban, su cuerpo temblando de agotamiento y miedo. Ethan seguía sujetando a Sibil, quien, a pesar de la herida en la muñeca, mantenía una sonrisa torcida en el rostro. Esa expresión le heló la sangre a Carttal; ella no tenía miedo, lo que significaba que aún guardaba un as bajo la manga.—¿Estás bien? —susurró Carttal, bajando la vista hacia Aslin.Ella asintió débilmente, pero sus labios temblorosos y la palidez de su rostro decían lo contrario. Necesitaba atención médica cuanto antes.—Llévala al auto —ordenó a uno de sus hombres, entregando a Aslin con una mezcla de reticencia y cuidado. Sus dedos tardaron en soltarla.Ethan empujó a Sibil contra la pared con fuerza controlada, esposando sus manos con movimientos precisos.—Esto no se acaba aquí —escupió ella, con una risa entrecortada—. No puedes protegerla para siempre, Car
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo la mansión en un silencio denso y pesado. En el despacho, Carttal permanecía de pie junto a la ventana, observando las luces lejanas que titilaban como luciérnagas perdidas en la oscuridad. Pero su mente no estaba allí. No después de lo que había descubierto.Detrás de él, el tic-tac del viejo reloj de pared marcaba el paso inexorable del tiempo, pero no ofrecía consuelo. Aslin estaba a salvo, dormía en la habitación contigua, pero el peligro aún no había pasado. Sibil siempre había sido un problema, pero lo que ahora estaba en juego trascendía cualquier afrenta personal.Ethan entró en el despacho en silencio, con una nueva carpeta en la mano y el ceño fruncido.—Tenemos un problema —anunció, cerrando la puerta tras él.Carttal se volvió, su mirada cortante.—¿Qué ahora?Ethan dejó la carpeta sobre el escritorio con un gesto firme.—Analizamos los restos del equipo que encontramos en el almacén. No solo estaba recopilando datos biomét
El silencio entre ellos se alargó, solo interrumpido por el crepitar del fuego en la chimenea. Carttal sentía el peso de la revelación como una losa sobre su pecho. Aslin, con la mirada perdida en las llamas, parecía atrapada entre el pasado y el presente.—Dijiste que fuiste parte de un programa… —Carttal rompió el silencio con cautela—. ¿Recuerdas cómo comenzó?Aslin apretó los labios. Sus manos temblaban apenas perceptiblemente.—Mi madre me entregó —susurró.Las palabras cayeron como un puñal. Carttal no pudo ocultar su expresión de asombro.—¿Qué quieres decir con que te entregó?Ella cerró los ojos un instante, como si cada palabra fuera una herida abierta.—Era muy pequeña… cinco, tal vez seis años. Recuerdo que estábamos en casa, mi madre me vistió con mi mejor ropa y me peinó con cuidado. Pensé que íbamos a algún sitio especial, pero cuando llegamos, había personas extrañas esperándonos. Hombres de bata blanca, otros con trajes oscuros.Se abrazó a sí misma, como si sintiera
El sonido de botas apresuradas y el eco metálico de armas cargándose llenaron el aire. Carttal sintió cómo la adrenalina tomaba control de su cuerpo mientras sus ojos escaneaban la oscuridad, buscando el origen de la voz.—¡Movimiento! —susurró Ethan con urgencia.Carttal apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando los primeros disparos retumbaron en la sala. Se cubrió tras una consola derruida y disparó en dirección a los atacantes. Sombras se movían entre los destellos de fuego, figuras espectrales en un laboratorio condenado.—¡Nos rodean! —gritó uno de los hombres de su equipo antes de caer, abatido por una ráfaga.Ethan abrió fuego, cubriendo a Carttal mientras este escaneaba la habitación. Necesitaban una salida. Rápido.—¡Aquí! —señaló una compuerta lateral, apenas visible entre los escombros.Carttal se lanzó hacia ella, disparando a ciegas para ganar tiempo. Pateó la puerta con fuerza y, tras un crujido metálico, se abrió.—¡Muévanse! —ordenó.El grupo se precipitó dentro de un p
Aquí tienes la continuación del capítulo:La tormenta se había asentado sobre la mansión, con truenos retumbando en la distancia y ráfagas de viento sacudiendo las ventanas. Carttal se quedó en silencio junto a Aslin, sintiendo el peso de la noche sobre sus hombros. Pero la tranquilidad duró poco.Un golpe apresurado en la puerta rompió el momento. Ethan entró sin esperar permiso, su rostro pálido y su respiración agitada.—Carttal… tenemos un problema.Carttal se puso de pie de inmediato, sus músculos tensándose.—¿Qué pasa?Ethan tragó saliva antes de hablar.—Sibil escapó.El aire se volvió denso en un instante. Aslin se llevó una mano a la boca, sus ojos reflejando el mismo horror que Carttal sentía en su interior.—¿Cómo? —la voz de Carttal salió afilada como una navaja.Ethan sacudió la cabeza.—No lo sabemos con certeza. La celda estaba intacta, los guardias no vieron nada inusual… pero cuando revisamos hace una hora, se había desvanecido. Como si nunca hubiera estado ahí.Cart