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Todos los capítulos de La Flor del Magnate: Capítulo 71 - Capítulo 80
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70. Los estiramientos
Hield rodó el equipaje de Hee-sook al auto y la llevó a su cuarto de hotel. La acompañó a desayunar y luego a hacer ejercicio. Intentaba disimular el impacto que le provocaba ver a Hee-sook en su ropa deportiva, un conjunto ajustado en tono morado oscuro que se pegaba a su figura alta y esbelta, resaltando cada línea de su cuerpo. Era imposible ignorar la elegancia de su físico, desde las piernas largas y tonificadas que parecían infinitas, hasta el contorno definido de sus brazos, que mostraban la fuerza y ​​disciplina de alguien acostumbrado al ejercicio riguroso.Su abdomen plano era una visión impresionante, marcada de forma sutil pero precisa, como si cada músculo hubiera sido esculpido con intencionalidad y paciencia. El ombligo se le notaba de forma afable. La tela parecía estar diseñada solo para ella, amoldándose a sus caderas y delineando cada curva sin perder un ápice de su sofisticación. Su porte no era solo atlético; tenía un toque de gracia que la hacía ver casi irreal,
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71. El dilema
Minutos después, ambos se separaron, y el aire entre ellos quedó cargado de una tensión que iba más allá del cansancio físico.Se reposaron un momento, mientras que Hield evitaba verla, ella lo miraba con fijeza. Luego fueron al cuarto del hotel. Allí cada uno fue a una ducha y se limpiaron el sudor.Hield pensaba en Hee-sook. ¿Qué estaba haciendo? Ella era la prometida de su hermano Heinz. Pero Heinz estaba enamorado de Ha-na y había ignorado a Hee-sook. Sí, pero eso no justificaba nada. Sin embargo, nunca había estado con una mujer, era virgen e inexperto y ella era muy hermosa, peligrosa y muy alta. La sensación del roce de ella en su entrepierna lo hizo estimularse y ya que no había nadie, dejó que su atributo se irguiera ante la erección. Había aguantado, pero ya no podía. Nunca antes había tenido una excitación así de dura, ni siquiera en las mañanas; lo que estaba experimentando era algo más fuerte intenso que hasta su propia dureza era incómoda para él. Jadeaba, tratando de co
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72. La comida
Hee-sook se preparó en su habitación con la precisión que le caracterizaba, cuidando cada detalle de su atuendo con la misma meticulosidad que pondría en una presentación. Escogió un conjunto cómodo, oscuro, que resaltara su presencia sin esfuerzo: una blusa de seda negra de encaje y un pantalón a la medida que acentuaba su figura esbelta y elegante. Al ajustarse el reloj, lanzó una última mirada a su reflejo, asegurándose de que el maquillaje discreto y el cabello liso enmarcaran su rostro, reforzando la expresión de autoridad que proyectaba. No necesitaba nada ostentoso para destacar; su presencia por sí sola era suficiente para llenar cualquier espacio y atraer miradas.Hield, en su propio cuarto, se preparaba con esmero y algo de nerviosismo. Comprendía que Hee-sook lo vería como “Heinz”, el hijo segundo hijo de los Dietrich, y que, por lo tanto, debía cumplir con una imagen que no era del todo suya. Escogió un conjunto discreto, pero bien ajustado: una camisa oscura de lino, con
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73. Las compras
Hield no había planeado pasar la tarde entera en compañía de Hee-sook, pero conforme avanzaban las horas, él mismo notaba cómo cada minuto transcurrido con ella se tornaba una mezcla de curiosidad, admiración y una tensión extraña que no podía definir con claridad. Aunque era su hermano Heinz quien debía encargarse de estas atenciones, no encontró molestia en ser el “suplente”. Si bien había intentado convencerse de que lo hacía solo por responsabilidad, reconocía en su interior que estar cerca de aquella mujer le resultaba tan desconcertante como fascinante.Desde el asiento del conductor del Ferrari, observaba la imponente figura de Hee-sook, quien se acomodaba con una elegancia natural, casi soberana. A pesar de la velocidad del automóvil, ella mantenía una compostura perfecta, el rostro sereno y la mirada perdida en el paisaje. Su presencia en el asiento junto a él irradiaba una autoridad casi intimidante, una que lo hacía sentirse como un sirviente atento y respetuoso, a pesar de
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74. El avistamiento
Heinz iba en su automóvil deportivo. Había pasado media hora desde la salida del trabajo. Entonces, en un parque lejano, divisó a Ha-na con Erik. Sonreían y comían helado, mientras caminaban por el camino. Su sangre hirvió de los celos al verlos. Intentó irse, pero frenó en seco. Motivado por la rabia, se bajó del auto.Ha-na forzaba su sonrisa y fingía alegría. Al principio había sido más genuina, pero la verdad era que no estaba cómoda en su cita con Erik. No dejaba de pensar en Heinz. Todos los besos que se habían dado y su relación, aunque sin ser nada, le daba la sensación de estar siendo infiel. Comía el helado y escuchaba las palabras de Erik. A pesar de que era amable, divertido y accesible, no sentía lo mismo que cuando estaba con Heinz, que era posesivo, dominante y amargado.Heinz sintió la furia latiendo en sus venas mientras miraba la escena ante él. Desde la distancia, observaba a Ha-na y a Erik con una mezcla de celos y desconfianza que le carcomía el pecho. Los labios d
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75. El impostor
Hield trataba de mantenerse a la par de Hee-sook, con una mezcla de tensión y temor apretándole el pecho. Su mentira estaba a punto de quedar expuesta, y la sola idea de que su hermano descubriera que se había hecho pasar por él para estar al lado de aquella enigmática mujer lo aterraba. No era solo miedo; era una especie de remordimiento que se entrelazaba con su creciente atracción hacia ella. No quería mirar a Heinz, pero no podía evitarlo. Desde lejos, veía cómo su hermano, también había comenzado a caminar hacia ellos, con sus ojos fijos en Hee-sook con una intensidad peligrosa, reconocible. Estaba claro que Heinz había notado la presencia de Hee-sook y, probablemente, también la de Ha-na. En ese instante, todos los secretos estaban a punto de salir a la luz. Nunca había sido bueno para mentir, pero su engaño no había durado nada. Cada paso lo llenaba de más y más tensión.Heinz había captado a la mujer surcoreana desde el momento en que bajó del automóvil, su alta figura y su exp
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76. La proposición
Heinz mantuvo su mirada fija en Ha-na, el calor de su enojo burbujeando bajo la superficie de su controlada expresión. Era inconcebible que ella estuviera allí, con Erik a su lado, como si no hubiera nada entre ellos que justificara al menos una mínima lealtad. Sin embargo, la escena era mucho más compleja ahora. Su hermano menor, Hield, también estaba atrapado en esta circunstancia. Frunció ligeramente el ceño al notar que Hee-sook miraba a Hield de un modo que iba más allá de la simple curiosidad; parecía contemplarlo con una mezcla de asombro e incredulidad. Así que Hield, después de todo, sí había ido por su supuesta prometida. Lo agradecía de gran manera, pues ahora tenía excusa para interferir en la cita de Ha-na y Erik. Justo cuando había estado por explotar por el torbellino de emociones con el que luchaba en ese instante, mientras intentaba no delatar más de lo necesario.Hee-sook inició análisis de los dos hombres, el que había conocido como “Heinz” y el verdadero. Su diferen
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77. Cita doble
En el resto de la jornada, Ha-na y Erik con Heinz y Hee-sook estuvieron caminando, comiendo y haciendo algunas actividades en el parque.Heinz no podía apartar la mirada de Ha-na durante toda la tarde. Desde el momento en que accedió a esa “cita doble”, su mente estuvo enfocada en ella, analizando cada detalle de su expresión, cada movimiento. La forma en que Ha-na estaba junto a Erik le parecía una burla, un desafío directo a lo que tenían entre ellos. En su mente, la única justificación posible para que ella estuviera allí con otro hombre era para provocarlo, para encenderle la ira. La miraba con una mezcla de incredulidad y desaprobación, deseando que al menos se diera cuenta de cuánto lo perturbaba. Se preguntaba una y otra vez cómo Ha-na podía ignorar todo lo que él había sentido por ella en los últimos días y aceptar aquella salida con alguien que no podía ofrecerle nada parecido.Ha-na estaba atrapada en una red de pensamientos contradictorios. En algún momento, había tratado d
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78. El espacio
Heinz sujetó a Ha-na con una firmeza que no admitía dudas. Sus dedos se cerraron sobre su brazo, transmitiendo un calor que la hizo temblar, un estremecimiento que delataba una mezcla de sorpresa y algo más. Estaban aislados del mundo exterior del restaurante. En aquel espacio reducido, el aire desinfectado tenía una fragancia floral.Sus manos cayeron a los costados con una elegancia innata, recorriéndole los contornos de su delgada silueta. Aunque su rostro delataba la seriedad de quien libra una batalla interna. Su mirada azul, profunda como un océano, se posó en el rostro de Ha-na, absorbiendo cada detalle de su flor asiática. Desde sus pómulos, el brillo de su piel, la forma delicada de su nariz. Sin embargo, se detuvo en su boca. Esos labios que, en ese instante, parecían una promesa silente. El deseo y la racionalidad chocaban en su mente. Ella era hermosa, una belleza que desafiaba las palabras y cegaba su razón.Ha-na experimentaba una combinación de emociones que la dejaban
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79. El reclamo
Ha-na mantuvo los ojos abiertos, luchando por procesar lo que estaba sucediendo. El frío de la pared en su espalda contrastaba con el calor abrasador del cuerpo de Heinz, y el aroma persistente del desinfectante le recordaba, aunque vagamente, el lugar en el que estaban. Sin embargo, poco a poco, la intensidad del beso fue derritiendo sus defensas. Sus manos, que en un principio se colocaron rígidas, empezaron a ceder, hasta que finalmente se rindieron por completo, enredándose en el cabello de Heinz, atrayéndolo aún más hacia ella.Ambos estaban atrapados en un baile apasionado de labios y caricias, en un acto donde parecían dar rienda suelta a toda la frustración acumulada.Heinz besaba con una mezcla de furia y deseo, como si quisiera demostrarle a Ha-na todo lo que había sentido al verla con otro hombre, y, a la vez, reclamar ese lugar en su vida que no estaba dispuesto a perder. Su saliva humedecía su ardiente roce. Ella correspondía cada vez con mayor fervor, dejándose llevar po
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