La batalla había comenzado, y me encontraba al frente de la lucha, liderando a nuestra manada con valentía y determinación. Mi fuerza y habilidad en el combate eran impresionantes, y podía sentir la confianza y el respeto que inspiraba en nuestros guerreros. Con un grito de guerra, me lancé hacia adelante, mi espada brillando en la luz del sol. Los enemigos de Morax se acercaban, armados hasta los dientes, pero no me intimidé. Con un movimiento rápido y preciso, golpeé a un enemigo con mi espada, enviándolo volando hacia atrás. El hombre cayó al suelo, gritando de dolor, mientras yo continuaba avanzando.Un segundo enemigo se acercó, armado con un hacha, pero lo detuve con un golpe de mi puño. El hombre se estrelló contra la pared, con un crujido de huesos, y lo levanté del suelo, sujetándolo con una mano. Con un movimiento brusco, lo estampé contra la pared de nuevo, y el hombre cayó al suelo, inconsciente. Un tercer enemigo se acercó, con una espada en la mano, pero lo derribé con u
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