El día de la exposición llegó y Clara se encontraba sumida en una mezcla de nervios y emoción. La galería había sido decorada con esmero, exhibiendo las vibrantes pinturas de Lucas, que adornaban las paredes con historias visuales, mientras que las mesas estaban dispuestas con copias de su novela, listas para ser firmadas. Las luces tenues y la música suave creaban una atmósfera acogedora, llena de expectativas. A medida que amigos y familiares comenzaban a llegar, el espacio se llenaba de risas y conversaciones animadas.—Esto se ve increíble, Clara —dijo Ana, su amiga de la infancia, mientras admiraba las obras de Lucas—. Debes estar muy orgullosa.Clara sonrió, sintiendo una profunda gratitud por el apoyo de sus seres queridos, pero, en el fondo, una parte de ella seguía inquieta. La inseguridad le susurraba al oído: ¿qué pasaría si la gente no entendía su novela? ¿Y si no lograba conectar con ellos?Justo en ese momento, Lucas se acercó, captando la sutil tensión en su postura. Co
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