Por supuesto que estaba en el baño cuando sonó el timbre en lo de Amy. No cualquier baño, sino el más alejado de la puerta. Les presento a mi sexto sentido. Crucé el apartamento apresurada, el corazón desbocado, e irrumpí en la sala. Apenas me detuve a cerciorarme que era él. Un instante después, caía en sus brazos abiertos.No reímos, no hablamos, no nos besamos. Nos quedamos ahí parados, abrazándonos con fuerza. Y fue tan extraño. Porque en ese momento en sus brazos, mi mejilla contra el pecho donde su corazón latía con tanta fuerza como el mío, sintiendo el peso ínfimo de su cara contra mi cabello, sentí que desde que saliera de puntillas de su habitación del hotel, había estado echando en falta algo vital que ni siquiera había advertido que me faltaba. Pero ya no. Ahora volvía a estar completa, plena.No sé cuánto nos demoramos así, un minuto o un año. Pero en algún momento él besó mi cabello y aflojó su abrazo, lo suficiente para que alzara la vista hacia él. Tan
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