Su tono, lleno de sarcasmo y veneno, resonó en todo el salón. Era una frase simple, pero el peso de esas palabras cargadas de ironía dejó a Eduardo y Glinda sin palabras.Las expresiones de los invitados se llenaron de desconcierto, mirándose unos a otros, sin comprender del todo la tensión que flotaba en el ambiente.Eduardo intentó ocultar su rabia, sus manos se apretaron en puños a los costados mientras su mandíbula se tensaba.Sabía que no podía perder la compostura frente a todos los invitados, pero la presencia de Marella, su desafiante postura y esa m*****a sonrisa lo quemaban por dentro.Glinda, incapaz de soportar la humillación, extendió su mano hacia él, como si buscara sostén, pero Eduardo, en su enojo, la apartó, sutilmente, una grieta en su perfecta fachada.En el fondo del salón, Dylan observaba la escena con una sonrisa apenas perceptible, satisfecho de ver cómo Marella reclamaba su justicia, cómo dejaba claro que no había sido vencida, a pesar de los golpes que le habí
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