—¿Me ayudarás, Dylan? —preguntó Franco, con la voz rota, buscando desesperadamente el apoyo de su amigo.Dylan asintió sin dudar, su mirada firme reflejaba el inquebrantable lazo que los unía. —Sabes que siempre estaré aquí, Franco. Vamos, ven conmigo, pasarás la noche en mi casa.Franco asintió, derrotado, y siguió a Dylan en silencio.***Cuando Marella llegó a casa, encontró a su padre abrazando a Ilena, su madrastra. El resentimiento que había estado conteniendo se apoderó de ella. Era momento de la verdad.—Papá, necesito hablar contigo —dijo, con el rostro pálido pero decidido.Ilena se tensó, sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y furia mientras miraba a Marella.—Marella, ten cuidado con lo que dices —le advirtió, su tono lleno de veneno.Agustín, su padre, observó el intercambio con el ceño fruncido, sintiendo una inquietud latente en el aire.—¿Qué sucede, hija? Dime lo que sea, estoy aquí para escucharte.—Ilena me envió con Eduardo, quien me obligó a disculparme ante él.
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