Fin del reinado.
Samanta llegó a casa con el corazón latiendo a toda velocidad. La imagen de Camila antes de irse, con esa sonrisa enigmática, quedó grabada en su mente. —¿Por qué tenía esa sonrisa? —preguntó en un murmullo, casi para sí misma. —¿Quién? —preguntó Alberto, frunciendo el ceño. Samanta se dio cuenta de que había hablado en voz baja. Tragó saliva y lo miró directo a los ojos. —Camila. Tenía una sonrisa cuando se la llevaron. Alberto suspiró, tomándose un momento antes de responder. —No lo sé, pero me aseguraré de que no salga. Samanta asintió, sintiendo una ligera tranquilidad en su pecho. Sin embargo, en el fondo, algo en ella le decía que Camila no se daría por vencida tan fácilmente. *** En la prisión, Camila caminaba con la cabeza en alto y una sonrisa cada vez más grande. La escoltaban los guardias, pero no parecía una reclusa común, sino una reina volviendo a su trono. Las miradas de las demás presas la seguían, llenas de odio, miedo y envidia. Ninguna había logra
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