CAPÍTULO 25: EL ÚNICO BASTARDO.—¿Qué haces aquí, Dayana? —preguntó Adeline, sintiendo cómo el dolor, apenas aplacado, volvía a surgir con una intensidad aplastante.Dayana esbozó una sonrisa arrogante, llena de crueldad.—¿No lo adivinas? —dijo con satisfacción—. Gio me regaló esta casa. Por eso saqué la basura, tu basura, Adeline.Ella apretó las manos con tanta fuerza que las uñas se clavaron en su carne, pero no sintió dolor. Ya nada podía lastimarla más de lo que ya estaba. Quiso reír en ese instante, pero todo lo que sentía era un profundo vacío.«Mentiroso», pensó, recordando cuando le dijo que esa casa siempre sería de ella, que sería su hogar, pase lo que pase. «¿Es esto lo que querías? ¿Humillarme más, hacerme sentir insignificante?»Contuvo las lágrimas que amenazaban con salir y dio un paso hacia adelante, su voz cargada de una amarga resignación.—Está bien, no me importa. Solo me llevaré mis cosas.Pero Dayana no estaba satisfecha. Ella quería más. Quería verla rota, des
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