El aire en el pequeño espacio del elevador se tornó denso, casi tangible, como si las emociones entre Denzel y Estella lo hubieran llenado por completo. El sonido suave de las puertas deslizándose se perdió en el zumbido en sus oídos. Estella se separó lentamente de Denzel, sus labios aún hormigueando por el contacto, su respiración acelerada. Durante un breve instante, el mundo pareció detenerse.La realidad la golpeó de pronto: estaba en el elevador de su edificio, con Denzel frente a ella, el hombre al que juró no volver a dejar entrar en su vida, y acababa de besarlo. «Oh, no…», musitó en su cabeza, tratando de poner en orden el torbellino de emociones que la estaba asfixiando. Debía parar, eso era lo correcto, terminar esa locura y darse la vuelta; aunque una parte de ella, esa que nunca dejó de amarlo, gritaba lo contrario, deseando quedarse entr
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