Durante tres años viví pensando que el hombre que más amé en mi adolescencia y parte de mi adultez me había abandonado sin motivo alguno. Lo odiaba tanto que las lágrimas caían sin cesar, la impotencia me desgarraba por dentro. No podía dejar de desear que lo encontrara para destrozarlo a patadas. Romper promesas no era algo típico de él. Cuando se trataba de mí, bajaba hasta la luna con tal de verme sonreír. Pero dos meses antes de irse, algo cambió. Estaba distante, extraño, decaído. Por más que le insistía, le decía que podía contarme lo que fuera, él solo se encerraba en un mundo en el que yo no podía entrar. Se convirtió en el hombre que me mintió, que dejó de amarme. Y yo… ¿yo qué? Yo lo odiaba, pero no podía dejar de amarlo. —Emili, por favor, deja ya de beber —me pide Edward, preocupado. El imbécil, como siempre, aparece sin avisar, ni siquiera me dice dónde estaba. —No sabes lo que me pasa, así que no me pidas que deje de tomar, señor Blake —balbuceo, señalándolo con el de
Leer más