La vida sentimental de una persona puede ser sencilla… o puede ser un caos tan monumental que juras que morirás sola, criando gatos y hablando con plantas para siempre. Durante mi relación con Sasha, pensé que había alcanzado el cielo. Todo era paz y ternura, sin muchas peleas. Ya teníamos suficiente drama con mi familia. Él me trataba como una reina, me complacía en todo, se preocupaba por mí, me cuidaba y me amaba profundamente. Hacer el amor con él era dulce y delicado; sus besos me hacían flotar, como si el mundo se desvaneciera.Pero con Misael… con Misa es otra historia.Con él siento odio el ochenta por ciento del tiempo. El otro veinte, quiero arrancarle la ropa. Es un posesivo, un bruto, un terco con complejo de militar, al que le fascina el orden. Y sí, siempre estamos peleando. Pero entonces hace algo estúpido, como preocuparse por mí, y ya me tiene suspirando como idiota.“Pero besa tan bien que te deja temblando”, susurra mi conciencia, como buena traicionera.Y ese es el
Desde que tengo uso de razón, he asistido a miles de eventos en Escocia. Siempre fui la princesa Emili, la hermana menor del futuro rey, la sombra noble del heredero al trono. Pero hoy, por primera vez, estoy en un evento sin ningún título real. Hoy solo soy Emili, la mesera del restaurante del frente. Y aunque me siento libre, esa libertad me asusta. Me aterra que tanta perfección en esta vida prestada se desmorone en un instante.Edward me ofrece su brazo y caminamos hacia el salón de fiesta. Me presenta a algunos amigos y compañeros de trabajo, todos encantadores. Después de unos minutos, nos acercamos a la mesa de la comida.—Un minuto más y muero de hambre —se queja Edward, llenando su plato con chocolates—. Se te nota feliz. Me encanta verte así.—Estoy feliz. Aquí soy solo yo —le sonrío mientras me observa con ternura—. No existen títulos ni nobleza que contaminen este evento bonito.—Claro que existen. Está tu hermano, tu prima... y tú —me lanza una sonrisa cómplice—. Solo que
Aunque sabía que Rachel trabajaba aquí, no esperaba encontrarla esta noche, y mucho menos que pidiera hablar conmigo. Bajo la mirada atenta de los chicos, tomé asiento con ella en una mesa cercana al pequeño escenario del salón.—No tengo toda la noche para ti —crucé las piernas con desdén, clavando una mirada fría en ella—. Así que apúrate. Lo último que quiero es estar contigo.—No tienes por qué hablarme así —replicó. La miré incrédula—. Estoy aquí porque quiero arreglar las cosas contigo. Me debes una disculpa y lo sabes.Parpadeé varias veces, procesando sus palabras.—¿Estás hablando en serio? —asintió con esa soberbia tan suya—. Debes tener un problema en la cabeza. ¿Exactamente por qué debería disculparme?—Me traicionaste. Preferiste a una extraña antes que a mí —su expresión era neutra, casi vacía—. Apoyaste a Liam para que se alejara de mí y defendiste a esa imbécil de chica. Me heriste más de lo que tú estás herida.—Oh... —empecé a reír. Se volvió loca y no me avisó—. Tie
Recibir la invitación no hizo más que hacerme notar que mi vida de libertad estaba por terminar. No sé si me dejarán regresar a casa después de la coronación de mi madre, pero no perderé la esperanza... Supongo que eso es lo último que se pierde.Busqué en internet cómo está la situación en Escocia y cómo se está tomando mi madre todo esto. Al parecer, está nerviosa por tener que dirigir el rumbo de una nación, pero sé que lo hará bien. Intenté llamarla, pero solo respondía de forma distante, como si estuviera obligada a hacerlo:"Ahora no, estoy con mamá.""Llama después.""Estoy con tu padre.""Sí, tengo nervios."Mi padre tuvo un accidente hace unos años que lo dejó paralítico. Entró en una depresión profunda y perdió el habla. Ha estado con los mejores especialistas, pero ninguno ha logrado ayudarlo a mejorar.Estoy en la cuenta regresiva, pero no sé cómo decirle la verdad a mis amigos. No quiero que se enteren el día de la coronación de mi madre.«Desearía tener una máquina del t
Al principio, veo duda en los ojos de mi vikingo, como si temiera lastimarme. Me acerco, tomo su rostro entre mis manos y beso sus apetitosos labios. Abro la boca, buscando atrapar la suya. Parpadea varias veces, como si saliera de un trance. Detiene el beso y me observa con intensidad. Su cálida lengua roza mis labios, provocándome a abrirlos poco a poco. Sonríe de forma traviesa y atrapa mi labio inferior, succionándolo. Le abro paso, dejando que su lengua se enrede con la mía. Me besa con profundidad, pegándome a su cuerpo.Se detiene de golpe, con el ceño fruncido.—¿Estás segura? —pregunta en un susurro.Obvio que lo estoy. Si no, ya lo habría detenido.—¿Tienes miedo tú? —respondo, alzando una ceja.Me toma por las mejillas y vuelve a besarme con desesperación. Sus manos bajan por mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas, las aprieta mientras empuja su pelvis contra la mía. Gimo al sentir su erección. Paso mis manos por su cabello, acercándolo aún más. Su distancia me quema.Sus dedo
Cuando por fin había reunido el valor para hablar con Misael, cuando por fin había respirado profundo y armado un pequeño discurso mental... el destino volvió a jugar en mi contra.Tocaron la puerta. Urgente. Llamados de emergencia. La ciudad nos necesitaba. O, mejor dicho, los necesitaba a ellos. Misael y Liam salían esa misma noche rumbo a Emiratos Árabes. El príncipe había solicitado a los mejores, y ellos, como soldados experimentados, partieron sin dudarlo.La oportunidad se esfumó como arena entre mis dedos. Y con cada día que pasa, la pesadez en mi pecho crece. Me cuesta respirar. Me cuesta sonreír. Me cuesta fingir que no estoy rota por dentro.Ser princesa se ha convertido en mi maldición.—¿Hasta cuándo vas a guardar el secreto, Em? —pregunta Edward, con esa mezcla de preocupación y autoridad que solo él puede manejar. Estamos almorzando sushi en un restaurante japonés del centro, pero ni el sabor del atún fresco logra calmar el torbellino que llevo por dentro.—Alaric tomó
Edimburgo, Escocia.18 de diciembre de 20XX.Hoy cumplo catorce años. No sé si eso es algo bueno o malo. Supongo que depende del cristal con que se mire. A pesar de que mi vida no ha sido perfecta, tengo dos razones que me hacen sonreír aunque llueva por dentro: mi abuelo y mi hermano. Ellos son mi refugio. Mi hogar. Mis pilares cuando el mundo parece quebrarse. Aunque mi abuela me odie y mi madre sea más reina que mamá, tengo el cariño de mis padres, o eso quiero creer. A su manera... ellos me aman.Esta mañana, en lugar de abrazos, recibí una nota. Decía que llegarían tarde. Lo habían olvidado. Otra reunión diplomática, esta vez con el rey de España. Como si mi cumpleaños pudiera posponerse.—Cameron, creo que mi niña no quiere ir por su regalo —la voz de mi abuelo retumbó desde la puerta como un rayo de sol rompiendo la tristeza—. Mejor vamos por la pizza y el helado nosotros.—¡Tato! —corrí hacia él sin pensarlo, saltando a sus brazos—. ¡No me dejes por irte con Cameron!—Su altez
Palacio Dalkeith. Dalkeith, Escocia. En la actualidad.Todo está revuelto en el palacio desde que el maldito ruso tuvo la osadía de enviar una amenaza directa a la reina. Iluso. Cree que por mostrarle un vídeo donde la bastarda es golpeada va a someterla. Qué estupidez. El último que intentó chantajearla terminó con una rama incrustada en el pecho y su cuerpo desperdigado por un barranco tras una explosión. Si mi padre tan solo no se hubiera enamorado del asqueroso rey… Si Emili no me hubiera robado su amor… Si el rey no hubiese amado a mi padre con esa ceguera enfermiza, todo sería distinto. La reina aún no sabe que soy pariente de Cameron. Qué ironía. La muy desgraciada me contó emocionada cómo disfrutaba hacerlos sufrir. Mi padre la enfrentó… y esa tarde murió. La explosión fue rápida, pero no suficiente para borrar el eco de su grito. Desde ese día, lo juré. Me vengaría de Emili. Le robaría todo lo que me fue arrebatado. Todo es su culpa. Se hacía la amable, fingía humil