No esperaba una buena reacción de Misael después de lo del restaurante, pero está confundiendo las cosas. No siento nada por Sasha. Sí, me sorprendió verlo después de tres años, pero no lo mencioné porque... lo había olvidado. Tal vez su nombre cruzó mi mente de vez en cuando, tal vez algunos recuerdos vagos, pero nada lo suficientemente importante como para hablar de él."Realmente no le has dicho nada de ti a Misael. Tiene motivos para estar molesto contigo", me susurra mi conciencia.Y duele. Porque no quiero perderlo. De verdad me gusta. Lo quiero demasiado. Me aterra pensar que un día despierte y él decida sacarme de su vida porque descubrió la verdad.Termino de lavar los utensilios que ensucié preparando una pasta al horno. El sonido de la puerta al cerrarse me sobresalta. Misael entra con el ceño fruncido, la mirada dura.—Hice la cena —digo, intentando sonar casual. Él pasa de largo sin siquiera mirarme—. ¿Vas a comer? Es pasta al horno.—No tengo hambre —responde sin detener
MisaelCuando dije que dejáramos las cosas así, me refería a la conversación, no a la relación. Jamás pensé en terminar. Yo digo una cosa y ella hace otra. Me dice que me quiere, pero no puedo creerle. No coincidimos en nada, y en este momento, menos que nunca, siento confianza en ella.Esa mujer me exaspera. Me cabrea hasta los huesos que sienta algo por ese tipo. No me saco de la cabeza las miradas que se daban. Ese ruso aún la ama, y aunque diga que lo olvidó, no puedo evitar dudarlo.—¿Pelearon otra vez? —pregunta Liam, sentándose frente a mí.—Digamos que hubo una confusión… y que me terminó —se ríe como si fuera un maldito chiste. Lo fulmino con la mirada mientras bebo de mi café.—¿Te dio un ataque de celos brutal, verdad, amigo? —niega con la cabeza, riéndose—. ¿Fue por el tipo del otro día?Asiento sin decir palabra, mirando a la nada.—No parece mala persona. Se nota que aún la quiere, y eso no podemos negarlo.—¿Cuál ataque de celos? No estoy celoso —respondo, indignado, vi
EmiliNo sé qué se cree la población nórdica últimamente. Algunos noruegos pueden ser verdaderamente crueles si se lo proponen. Primero Rachel me odia como si quisiera matarme, y segundo, después de casi rogarle al vikingo con el que vivo que me dejara explicarle, decidió mantenerse en su actitud de “soy un imbécil y no te dejo hablar”.Siempre lo he dicho: la gente me calumnia, me juzga y jamás me da la oportunidad de explicarme.—Si tus ojos hablaran, estarían gritando que van a estallar —comenta Kathe mientras vemos unos vestidos en una tienda absurdamente costosa—. ¿Qué pasó ahora con Misael? ¿Ya se aman o siguen en modo guerra por Sasha?Ella sabe todo lo que pasó con *el innombrable*. Esta que dice ser mi sangre no apoya la actitud de esa persona, pero insiste en que debo decirle algo para que deje de sentirse inseguro.—Si quieres seguir siendo mi familia, deja de mencionar ese nombre —le pido, molesta. Ella me mira aguantándose la risa—. El muy imbécil salió medio desnudo a ex
La vida sentimental de una persona puede ser sencilla… o puede ser un caos tan monumental que juras que morirás sola, criando gatos y hablando con plantas para siempre. Durante mi relación con Sasha, pensé que había alcanzado el cielo. Todo era paz y ternura, sin muchas peleas. Ya teníamos suficiente drama con mi familia. Él me trataba como una reina, me complacía en todo, se preocupaba por mí, me cuidaba y me amaba profundamente. Hacer el amor con él era dulce y delicado; sus besos me hacían flotar, como si el mundo se desvaneciera.Pero con Misael… con Misa es otra historia.Con él siento odio el ochenta por ciento del tiempo. El otro veinte, quiero arrancarle la ropa. Es un posesivo, un bruto, un terco con complejo de militar, al que le fascina el orden. Y sí, siempre estamos peleando. Pero entonces hace algo estúpido, como preocuparse por mí, y ya me tiene suspirando como idiota.“Pero besa tan bien que te deja temblando”, susurra mi conciencia, como buena traicionera.Y ese es el
Desde que tengo uso de razón, he asistido a miles de eventos en Escocia. Siempre fui la princesa Emili, la hermana menor del futuro rey, la sombra noble del heredero al trono. Pero hoy, por primera vez, estoy en un evento sin ningún título real. Hoy solo soy Emili, la mesera del restaurante del frente. Y aunque me siento libre, esa libertad me asusta. Me aterra que tanta perfección en esta vida prestada se desmorone en un instante.Edward me ofrece su brazo y caminamos hacia el salón de fiesta. Me presenta a algunos amigos y compañeros de trabajo, todos encantadores. Después de unos minutos, nos acercamos a la mesa de la comida.—Un minuto más y muero de hambre —se queja Edward, llenando su plato con chocolates—. Se te nota feliz. Me encanta verte así.—Estoy feliz. Aquí soy solo yo —le sonrío mientras me observa con ternura—. No existen títulos ni nobleza que contaminen este evento bonito.—Claro que existen. Está tu hermano, tu prima... y tú —me lanza una sonrisa cómplice—. Solo que
Aunque sabía que Rachel trabajaba aquí, no esperaba encontrarla esta noche, y mucho menos que pidiera hablar conmigo. Bajo la mirada atenta de los chicos, tomé asiento con ella en una mesa cercana al pequeño escenario del salón.—No tengo toda la noche para ti —crucé las piernas con desdén, clavando una mirada fría en ella—. Así que apúrate. Lo último que quiero es estar contigo.—No tienes por qué hablarme así —replicó. La miré incrédula—. Estoy aquí porque quiero arreglar las cosas contigo. Me debes una disculpa y lo sabes.Parpadeé varias veces, procesando sus palabras.—¿Estás hablando en serio? —asintió con esa soberbia tan suya—. Debes tener un problema en la cabeza. ¿Exactamente por qué debería disculparme?—Me traicionaste. Preferiste a una extraña antes que a mí —su expresión era neutra, casi vacía—. Apoyaste a Liam para que se alejara de mí y defendiste a esa imbécil de chica. Me heriste más de lo que tú estás herida.—Oh... —empecé a reír. Se volvió loca y no me avisó—. Tie
Recibir la invitación no hizo más que hacerme notar que mi vida de libertad estaba por terminar. No sé si me dejarán regresar a casa después de la coronación de mi madre, pero no perderé la esperanza... Supongo que eso es lo último que se pierde.Busqué en internet cómo está la situación en Escocia y cómo se está tomando mi madre todo esto. Al parecer, está nerviosa por tener que dirigir el rumbo de una nación, pero sé que lo hará bien. Intenté llamarla, pero solo respondía de forma distante, como si estuviera obligada a hacerlo:"Ahora no, estoy con mamá.""Llama después.""Estoy con tu padre.""Sí, tengo nervios."Mi padre tuvo un accidente hace unos años que lo dejó paralítico. Entró en una depresión profunda y perdió el habla. Ha estado con los mejores especialistas, pero ninguno ha logrado ayudarlo a mejorar.Estoy en la cuenta regresiva, pero no sé cómo decirle la verdad a mis amigos. No quiero que se enteren el día de la coronación de mi madre.«Desearía tener una máquina del t
Al principio, veo duda en los ojos de mi vikingo, como si temiera lastimarme. Me acerco, tomo su rostro entre mis manos y beso sus apetitosos labios. Abro la boca, buscando atrapar la suya. Parpadea varias veces, como si saliera de un trance. Detiene el beso y me observa con intensidad. Su cálida lengua roza mis labios, provocándome a abrirlos poco a poco. Sonríe de forma traviesa y atrapa mi labio inferior, succionándolo. Le abro paso, dejando que su lengua se enrede con la mía. Me besa con profundidad, pegándome a su cuerpo.Se detiene de golpe, con el ceño fruncido.—¿Estás segura? —pregunta en un susurro.Obvio que lo estoy. Si no, ya lo habría detenido.—¿Tienes miedo tú? —respondo, alzando una ceja.Me toma por las mejillas y vuelve a besarme con desesperación. Sus manos bajan por mi cuerpo hasta llegar a mis nalgas, las aprieta mientras empuja su pelvis contra la mía. Gimo al sentir su erección. Paso mis manos por su cabello, acercándolo aún más. Su distancia me quema.Sus dedo