A la mañana siguiente, Alexander despertó con una sensación de confusión y dolor. La noche anterior había sido un escape, un intento de alejarse de sus problemas, pero ahora la realidad lo golpeaba con fuerza. Mirando a Isabella, sintió que había encontrado una forma de salir de su presión, esa que le imponía el recordatorio de su tío, así que, de manera repentina e inesperada, le propuso que fuera su esposa.—... Solo cásate conmigo. —¿Por qué quieres que me case contigo? —inquirió Isabella, sorprendida por la súbita propuesta.Alexander la miró con seriedad, y su respuesta fue sencilla. —Necesito una esposa. Isabella, reconociendo la magnitud de Alexander Whitmore, entendió que estaba frente a una oportunidad única. Cualquier mujer querría estar a su lado, y ella, con su ambición, vio esto como una manera de hacer crecer su compañía y su propia imagen pública.—Está bien, acepto salir contigo —soltó ella, con una sonrisa calculada—. Y, por supuesto, espero una propuesta de matrim
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