El sol comenzaba a ocultarse cuando Emma y Emilia, sumidas en una conversación tranquila, preparaban una tanda de galletas para recibir a Matthew y Evan, quienes volverían al día siguiente de su misión breve. El aroma dulce llenaba la cocina, dándoles una sensación de calma tras esos días de incertidumbre, mientras ellas se reían al estar sucias con harina por estar jugando. Sin embargo, esa paz pronto se vería interrumpida.El timbre de la puerta sonó, y ambas se miraron, sorprendidas. No esperaban a nadie. Emma se adelantó para abrir, pero antes de llegar, la puerta se abrió bruscamente, y allí estaba Leonardo, su silueta arrogante y burlona llenando el umbral.—¿Qué haces aquí? —preguntó Emma, sintiendo cómo se le tensaba el cuerpo.Leonardo no respondió de inmediato. En cambio, caminó hacia el i
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