84. LADRONA DE IDEAS
TRINITY—Eso, piensa en tu hija, Trinity. Ella, una ciudadana canadiense, se va a quedar a cargo del servicio social, menor de edad, sin un padre responsable… y su madre presa en los Estados Unidos… A medida que soltaba su veneno y veía a pupilas de loba contraerse, me iba imaginando toda esa tragedia. Sin poder evitarlo una lágrima rodó por mi mejilla, me la tragué, limpiándome con la mano, pero bajé la cabeza derrotada. —¿Qué quiere de mí? —Así, me gusta, que conozcas tu lugar debajo de la suela de mi zapato —clavó su uña afilada debajo de mi barbilla y me obligó a enfrentar toda su malicia, sus caninos rabiosos afuera a centímetros de mi rostro.—Eras una humana pobretona que tuve la consideración de emplear y me apuñalas por la espalda, tsk, tsk, eso no se hace, Trinity —me hablaba entre dientes, llena de odio, lo sabía, todo esto era por Nathan, ella lo descubrió.—Para empezar, saldrás por esa puerta y dirás lo que te voy a indicar y más te vale no llamar a Nathan y quejarte
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