Lucien la miró en silencio, sus ojos plateados reflejando una profundidad que no había mostrado antes. Clara sentía que en ese instante, rodeados por las sombras de la sala y bajo la promesa silenciosa de aquel pacto, el tiempo se detenía. Lucien, siempre tan reservado, parecía librar una batalla interna entre su naturaleza autoritaria y sus propios sentimientos.Finalmente, él la soltó suavemente, tomando un paso atrás mientras sus manos temblaban ligeramente, una rareza que en cualquier otra situación Clara jamás habría creído posible. Pero había algo solemne en su mirada, una certeza que le era tan intensa como abrumadora. Clara, consciente de que Lucien rara vez compartía sus pensamientos más profundos, esperó en silencio, dejándose envolver por la expectativa que colgaba en el aire.—Clara —empezó él, su voz baja y casi reverente, como si estuviera hablando en un idioma antiguo y sagrado—, tú eres la razón por la que la oscuridad de este mundo no ha logrado consumir mi humanidad
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