—¿Escuchaste mi conversación con Kalet? —me quejo.—No fue a propósito, yo iba saliendo y los escuché. Y créeme, no tiene nada de malo serlo, podrías tratarte y mejorar, yo soy… estéril y es algo que nunca cambiará.—¡Con un demonio! No soy impotente —siseo, apretando mi mano en un puño. Maldiciendo a Kalet por decir todas esas estupideces, suficiente tengo con que la mujer a mi lado me haya pedido el divorcio hace unas cuantas horas como para ahora sumarle que piense que soy impotente—. Eso lo inventó Iris.—¿Y por qué hizo algo así?—Para obligarme a casarme con Sarah.—¿Entonces tampoco eres gay?—¿Te estás desquitando por lo de ayer, cierto? —la cuestiono molesto—. Y no para tu información, tampoco lo soy, ¿quieres que te lo demuestre en el hotel o aquí mismo? —en cuanto digo eso, enredo mi mano en su cintura y la acerco a mí hasta sentir como su cálido aliento se funde con el mío.—¡¡No!! —chilla, poniéndose tan roja como una cereza y negando violentamente con su cabeza, al tiemp
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