Andrea No puedo creer que Lorenzo se acordara de mi obsesión con Bali. Me acuerdo que todo empezó cuando mi papá me regaló un libro de leyendas orientales. Pasaba noches en vela, leyendo cada una, imaginándome en esos lugares. Ese fue el último regalo que recibí de él, antes que me lo arrebataran para siempre. En mis épocas más oscuras, mi nana, Lorenzo y Luciana se convirtieron en mi refugio. Mi nonno casi no tenía tiempo para mí, se la pasaba vigilando los asuntos del viñedo y mi madre, pues ella se alejó aun más de mí, si era eso posible. Recuerdo que justo en la misma cabaña, que ahora Lorenzo me dió como regalo de bodas, estaba sentada en una vieja silla leyendo ese libro. Afuera llovía y Lorenzo apareció de pronto, todo mojado y desesperado. Cuando me vió me recuerdo que parecía como un Dios bajado del Olimpo, la luz reflejándose a sus espaldas y su ropa pegada a su cuerpo. A pesar de que era una niña, no podía negar que Lorenzo era muy guapo, tanto así que Renata siempre esta
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