Alaric —Roy, tenemos que levantarnos.¿Tienen idea de lo difícil que es separar a un lobo de su mate? Sobre todo después de haber pasado tanto tiempo lejos de ella, de haberla visto herida y sufriendo, de haber creído, que la había perdido. Era complicado, y este lobo holgazán no colaboraba.—Solo tienes envidia de que ella me quiera a mí. Yo, en tu lugar, también la tendría —contestó, y yo gruñí con frustración.—¿Crees que quiero separarme de ella? Estos son los únicos momentos en los que puedo estar a su lado, sentir su olor y su calidez —le respondí.Mi cielo dormía todas las noches abrazada a Roy, dormía apoyando su cabeza sobre el gran lobo, enredando sus manos y piernas en su pelaje. Durante el día, corría por el jardín, visitando lugares. Parecía una niña curiosa, disfrutando de un mundo que ahora era suyo. Ambos se complementaban. Y, aunque me pesara admitirlo, Roy merecía esa felicidad más que nadie.—Roy, mi gran guerrero, mi lobo maravilloso —murmuraba ella entre sueños.
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