Fabrizio El callejón era de piedra, me había costado llegar hasta aquí, conocía la fama de este tipo de joyería, originaria de esta región, pero solo muy pocos la recordaban. Entré en el pequeño y antiguo taller, casi parecía detenido en el tiempo. Los estantes estaban llenos de relojes, collares y pulseras, pero había algo peculiar en el aire: un leve aroma a madera y flores frescas, que contrastaba con el polvo del lugar. Sonó una campanita y salió un hombre.El joyero era mayor, con manos temblorosas, pero ágiles, me saludó. Percibió de inmediato que yo no era un cliente común. Los vampiros tenemos una presencia que no puede ser ignorada, incluso los humanos deben darse cuenta de que hay algo extraño.—Buenos días, caballero, ¿en qué puedo ayudarle este humilde servidor? —Por lo que sospecho, no es tan humilde. Tengo entendido que es el último representante de la familia Medeas, los más grandes joyeros de antaño —dije, y el hombre sonrió.—El caballero es conocedor y un coleccio
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