El sol evaporó los vidrios empañados, sus rayos calientes atravesaron toda la habitacion que estaba hecha un desastre, producto de una larga noche de pasión que los había noqueado a ambos. -Mmmm…- murmuró Selene, cuando el sol comenzó a golpear su rostro. A través de sus párpados, pudo ver la luz blanca de la mañana. Era hora de comenzar con la rutina, tenía que levantar a Leónidas, bañarlo, vestirlo, llevarlo al colegio, comprar para la cena y prepararla antes de que Dionisio llegue a casa…“Espera…” Selene parpadeó con pesadez, y lo primero que vio fue lo revuelto que estaba el cuarto. ¿Qué había sucedido? Normalmente era muy obsesionada con el tema de la limpieza de su hogar. Dionisio solía ser muy quisquilloso cuando veía algo fuera de lugar, por eso siempre mantenía todo perfecto, para no tener que escuchar sus quejas. Su cerebro procesó lo que estaba pasando muy lentamente. Luego de unos minutos, se dio cuenta que no era su habitación, sino la del hotel. -Ah…- suspiró mucho
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