—Si sigues así, me voy a enojar de verdad, — dijo Luna, claramente molesta.Sabía que ella confiaba profundamente en su esposo, y cualquier cosa que dijera en ese preciso momento no le haría cambiar de opinión.Suspiré desanimado y decidí no insistir más.—Luna, ¿por qué no te das una ducha? Cámbiate y luego te doy otro buen masaje.Finalmente, Luna sonrió con agrado. —Óscar, eres un buen chico, pero lamentablemente solo puedo ser como tu hermana mayor.—Pero no te desanimes. Tengo varias amigas, y algunas de ellas aún están solteras. Puedo presentarte a alguna si te interesa.Negué de inmediato. —No, gracias. Aparte de ti, no quiero a nadie más.—¡Ay, Óscar! Qué terco eres, — dijo Luna, aunque en su interior no podía evitar sentirse un poco halagada.Porque, después de todo, a todas las mujeres les gusta saber que alguien las ama con tanta devoción.Los hombres, al fin y al cabo, siempre son unos simples niños, y las mujeres, en el fondo, siempre se sienten como niñas.—Está bien, iré
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