Por un instante, Diana quiso escapar, pero se dio cuenta de que era muy tarde.Los niños saltaron a los brazos de su padre.—¡Papito! ¡Papito! ¿Terminaste el trabajo antes? —exclamó Opal, abrazada a su padre.Joaquín cargó a Opal, luego a Ónix, uno en cada brazo, sonrió al verlos, los abrazó, y les llenó de besos.—Acabe mi trabajo, mis pequeños, todo lo que papi quiere en este mundo, es estar con ustedes, nunca los dejaría solos, recuerden que papito los ama mucho.—Nosotros también te amamos, papito —dijo Opal—. ¿Y a mami, papito? ¿Amas también a mami?Joaquín esbozó una sonrisa, era una sonrisa casi burlesca, había algo de maldad en ella, y Diana pudo notarlo, sintió un escalofrío.—Claro que sí, mi vida.—¡Entonces, dale un besito a mami! —dijo Opal.Joaquín bajó a los niños, miró a Diana, que tenía la mirada baja, tenía tanto miedo, que la mujer no se atrevía a mirar sus ojos.—Con mucho gusto, si mis hijos lo quieren.Joaquín dio pasos hacia Diana, por un instante, ella retrocedi
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