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—¡¿Qué has dicho, Rodolfo?! —exclamó Diana, estaba tan sorprendida, que su corazón latía con fuerza, estaba convencida de que era un error.—¡Joaquín Andrade es inocente! Él no mató a nuestra familia.Diana negó, tenía ojos enormes, viéndolo como si fuera un loco.—¡¿Quién te obligó a decir algo así?! ¿Fue Joaquín quien te obligó? ¿Acaso te han torturado para decir eso? ¡Tú nunca lo dirías! Recuérdalo, cuando desperté del coma, fue casi lo primero que me dijiste.Diana lo recordó, era cierto, cuando ella abrió los ojos en esa camilla de hospital, estaba muy mal, no odia moverse, o hablar bien, tuvo que enfrentar una larga terapia para siquiera volver a ser la mujer que fue.Pero, de las primeras cosas que escuchó, fue a Rodolfo diciendo que su esposo era un asesino, que mató a su padre y a toda la familia, además, la había querido matar a ella también para quedarse con sus hijos.Diana volvió a la realidad, lo negó una y otra vez, aun el rostro de su hermano.—Dime la verdad, ¿Qué daño
Diana salió de la comisaria, caminaba sin rumbo, se negó a ir en el auto, necesitaba pensar, necesitaba aire.Solo podía pensar en Joaquín, ¡era inocente! Y ella le había hecho tanto daño, casi el mismo que ella sintió en el pasado.Las lágrimas cayeron por su rostro, estaba destrozada.No sabía qué hacer, solo sabía que debía pedir perdón, que lo pediría por siempre.Volvió al auto y pidió al chofer que la llevara de nuevo a la mansión Andrade.***Mansión Andrade.Joaquín estaba ante sus hijos.—Vayan a la casa de lago con su tía Margot, los veré mañana.Margot miró a Joaquín con temor, se acercò lentamente.—¡¿Estás seguro de lo que vas a hacer, hermano?! —exclamó.Joaquín asintió con lentitud.—Confía en mí.—Por favor, Joaquín, recapacita, deja el odio y la venganza, hemos tenido ya suficiente dolor.—Déjame encarar mi dolor como yo lo crea conveniente, por favor.Margot solo pudo decir que sí, salió con los niños, subieron a un auto y se fueron.Joaquín estaba ahí, sus ojos eran
Diana estaba inconsolable, ni siquiera se atrevió a salir de ahí, lloraba sin control, le dolía ver como había arruinado su vida, y Joaquín ya no parecía dispuesto a perdonarla.Joaquín, por su parte, estaba en el jardín.—Sabes lo que haremos, ¿Verdad?La mujer asintió.—Fingir, señor, sé que debo actuar como si fuera su novia sustituta.—¿Firmaste el contrato?La mujer volvió a decir que sí.—Sì, señor, sé que si paso los límites puede demandarme, pero ¿puedo preguntar algo?Joaquín miró a la mujer con intriga.—¿Qué?—Es su exesposa, ¿Verdad?El hombre asintió.—Se ve que sufre, ¿Por qué no la perdona?Joaquín se quedó silencioso, luego miró a la mujer.—Nunca la voy a perdonar, ahora solo quiero verla sufrir como me hizo sufrir a mí.Joaquín le pidió a la mujer que se marchara.Ella obedeció, subió a su auto, pero no dejó de ver al hombre.«Si no va a perdonar a su ex, es porque quizás el rencor puede más, quizás tenga alguna oportunidad, ese hombre es rico, poderoso, pero, sobre t
Al día siguiente.Diana no pudo dormir, cuando se miró al espejo vio sus ojos con grandes ojeras y enrojecidos, necesitaba calmarse, pronto vendrían sus hijos, tenìa mucho que explicarles, pero pensar en eso dolía.«¡Arruiné mi vida y la felicidad de mis hijos! ¿Qué clase de mujer soy? ¿Por qué creí en ti, Ronald? Si pudiera verte, te mataría con mis propias manos», pensó.***Al mediodía, Margot y los niños volvieron.Apenas entraron, Diana los abrazó con fuerza, Margot la mirò con cierta tristeza.Joaquín apareció, sonrió al verlos.—Niños, vayan al jardín trasero con mamá, ella tiene que hablar con ustedes, ¿Verdad, Diana?Diana le miró con miedo, asintió despacio, porque sabía lo que significaba, ella tomó las manos de sus hijos y los dirigió a ese lugar.Margot se acercó a Joaquín.—¿Qué pasa?—Diana les dirá a nuestros hijos que ya no estamos casados, también le dirá que su padre pronto tendrá una nueva esposa a la que tienen que respetar.Los ojos de Margot se abrieron enormes.
Diana fue a la habitación de los niños, los observó tan tristes, los arropó para que durmieran.Los niños abrieron los ojos.—Mami, ¿no te vas a ir? ¿Verdad?Diana negó.—Nunca, nunca les dejaré.Los niños estaban màs calmados.Diana salió de ahí.Opal enderezó su postura.—Ónix, debemos hacer que papi y mami se reconcilien, no quiero que peleen.Ónix asintió.—¿Qué vamos a hacer?—¿Una cena romántica? Los enamorados aman las cenas románticas.Ónix hizo cara de fastidio.—Fuchi, lo romántico, pero si es para que mami y papito sean felices, está bien.Los niños chocaron sus palmas y se durmieron.***Diana bajó la escalera, estaba buscando a Joaquín, quería volver a pedir perdón, a pesar de que su propio orgullo le susurraba en su interior que era muy mala idea.Escuchó ruido en el despacho, llamó a la puerta, y cuando escuchó la voz de Joaquín que le permitía entrar, lo que sus ojos vieron le sorprendió.Estaba ahí con esa mujer, sentada en su regazo.Los ojos de Diana se volvieron eno
Diana se quedó paralizada por sus palabras. Con todas sus fuerzas, lo empujó y lo miró, sus ojos estaban llenos de una mezcla de dolor y desafío.—¿Qué acabas de decir? ¡Jamás he estado con otro hombre que no seas tú, Joaquín! ¡Lo sabes! —su voz tembló, pero no retrocedió.Joaquín dio un paso hacia atrás, sus ojos estaban oscuros por la rabia contenida.—¿Y por qué debería creerte? —gruñó—. ¿Por qué debería confiar en la mujer que me traicionó, que me apuñaló por la espalda y me envió a prisión con mentiras? No, Diana, ¡no confío en ti!Dio media vuelta y salió de la habitación sin mirar atrás. Diana cayó de rodillas al suelo, incapaz de detener el torrente de lágrimas que rodaban por sus mejillas. Desesperada, llevó una mano a su vientre, sintiendo la angustia desbordarla.«Mi hijo… ¿Cómo pude llegar a esto? Joaquín nunca creerá que es suyo... ¿Qué voy a hacer? ¡Dios mío, qué voy a hacer!», pensó, su corazón en un puño.***Joaquín llegó tambaleándose a su habitación, con una botella
Pilar permanecía en ese sótano, a veces la dejaban moverse libremente por el lugar, aunque siempre gritaba, luchaba por encontrar una salida, que seguía siendo imposible. Esperaba el momento en que, como todos los días, le trajeran el desayuno. No falló en su suposición, pues pronto Vilma entró con una bandeja de comida.—Aquí tiene su desayuno, señora —dijo Vilma con voz temblorosa.—Dime, ¿mi hijo está en casa? —preguntó Pilar con una sonrisa astuta.Vilma asintió tímidamente.—Dile que quiero verlo.La sirvienta bajó la cabeza, evitando el contacto visual con Pilar, quien la miraba con una extraña sonrisa en los labios.—¿Cómo está tu bebé? —preguntó de pronto Pilar, con una dulzura que descolocó a la joven.Vilma, creyendo que Pilar se preocupaba de verdad, sonrió y puso una mano sobre su vientre.—Está bien, señora. Pronto tendré mi primera ecografía. Espero que sea una niña.La sonrisa de Pilar se ensanchó, pero su tono se tornó sombrío.—Será un niño —dijo con crueldad—, aunque
Diana bajó la mirada, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Asintió débilmente.—¡Diana! ¿Por qué no le has contado la verdad a Joaquín? —exclamó Margot con desesperación en la voz.Diana no pudo más. Su cuerpo tembló al sollozar, abrumada por el dolor.—¡No puedo! —dijo entre sollozos—. Él piensa lo peor de mí… me odia. Cree que fui amante de Ronald, ¡pero juro que este hijo que espero es de Joaquín!Margot, conmovida por el sufrimiento de su cuñada, se acercó para abrazarla. Podía sentir la fragilidad en ella, lo rota que estaba por dentro.—Lo siento tanto, Diana… —murmuró Margot, acariciando su espalda—. Pero si se lo dices, tal vez… tal vez esto le ablande el corazón.Diana se quedó en silencio, dudando. Ya no estaba segura de nada. Todo en su vida se había desmoronado tan rápido que apenas podía encontrar su equilibrio.—Tal vez… —susurró finalmente—. Pero ahora no puedo. Necesito que su enojo se apague un poco, que vuelva a creer en mí.Margot asintió,