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Rodolfo bajó la mirada, las lágrimas corrieron por sus ojos, por su rostro.—¡Margot…!—¿Qué? Ahora ni siquiera miras mis ojos, ¿te falta valor? Déjame darte algo de valor, hombrecito, ¡te vengaste de la persona equivocada! Me llevaste a tus juegos oscuros, cuando yo no lo merecía, cuando yo sí te amé, cuando fui buena contigo, dime, ¿Qué se siente convertirte en eso que tanto juraste destruir? —exclamó con voz temblorosa.El hombre recargó su cabeza en la mesa, lloraba, ella podía notarlo por la forma en que su respiración se alteraba.Pero, aunque Margot sentía dolor, también estaba muy herida, muy frustrada.Pudo ser feliz con él, pudo tener el amor que tanto soñó, pero, ahora no tenìa nada, y todo era por esa estúpida venganza, estaba tan agotada de eso.Rodolfo logró recuperarse, alzó el rostro, miró sus ojos.—¡Lo siento! Si pudiera… si pudiera cambiar todo…—¡Pero, no puedes! No puedes, estamos arruinados, nos quemaste en el fuego de tu odio, Rodolfo, no hay nada màs que hacer.
Diana tocó su vientre, pensó en Joaquín, las lágrimas cayeron de nuevo, él estaba en la cárcel.«Está pagando por su crimen, mató a mi familia, no debo sentir compasión, pero sigo sintiéndolo, sigo queriendo que sea libre, sigo amándolo, y debería odiarlo, cumplí mi venganza, pero con ella, también maté mi corazón», pensó.Se alejó de la habitación de sus hijos, lloró con desesperación lejos de ellos, no quería que la vieran mal, no quería sufrir delante de ellos.Más tarde, cuando los niños despertaron, Diana les sirvió el desayuno.—¡Mami, podemos ir al mar!Diana sonriò ante la petición de Ónix.—Sí, claro que sí, luego del desayuno iremos.Diana estaba pensativa, intentaba averiguar sobre su hermano, pronto recibió una llamada.Salió al balcón y habló con el investigador.—Señora Larson, ha pasado algo muy grave.—¿Qué pasa? —preguntó Diana—Es su hermano, el señor Rodolfo Larson, él está en prisión.—¡¿Qué has dicho?! —exclamó Diana con miedo, estaba en pánico—. ¡No puede ser! ¿Có
Por un instante, Diana quiso escapar, pero se dio cuenta de que era muy tarde.Los niños saltaron a los brazos de su padre.—¡Papito! ¡Papito! ¿Terminaste el trabajo antes? —exclamó Opal, abrazada a su padre.Joaquín cargó a Opal, luego a Ónix, uno en cada brazo, sonrió al verlos, los abrazó, y les llenó de besos.—Acabe mi trabajo, mis pequeños, todo lo que papi quiere en este mundo, es estar con ustedes, nunca los dejaría solos, recuerden que papito los ama mucho.—Nosotros también te amamos, papito —dijo Opal—. ¿Y a mami, papito? ¿Amas también a mami?Joaquín esbozó una sonrisa, era una sonrisa casi burlesca, había algo de maldad en ella, y Diana pudo notarlo, sintió un escalofrío.—Claro que sí, mi vida.—¡Entonces, dale un besito a mami! —dijo Opal.Joaquín bajó a los niños, miró a Diana, que tenía la mirada baja, tenía tanto miedo, que la mujer no se atrevía a mirar sus ojos.—Con mucho gusto, si mis hijos lo quieren.Joaquín dio pasos hacia Diana, por un instante, ella retrocedi
Joaquín soltó a la mujer, esbozó una cínica sonrisa.—Es mejor que me temas, Diana, ya sabes que soy capaz de lo peor.—¡Asesino! —exclamó ella.Joaquín la mirò fijamente, pero sabía un dolor en su mirada, sonrió con amargura.—A partir de hoy, harás todo lo que yo diga, se acabó el hombre que más te amo, nunca volveré a ser débil ante ti.Más tarde, volvieron a tierra firme, y fueron al hotel donde se hospedaban.—Papito, ¿ya no te volverás a ir? ¿Verdad? —exclamó Opal.Joaquín cargó a su hija entre sus brazos.—No, me quedaré con ustedes, pero mañana ya volvemos a casa.—¿Por qué?—Bueno, deben prepararse para el regreso a clases, cariño, ahora, deben dormir.Joaquín y Diana entraron en la habitación, llevaron a los niños a dormir.Una vez que los pequeños cerraron los ojos, salieron de ahí.Diana intentó ir a su habitación, encerrarse ahí, cerró la puerta con llave, estaba asustada, no quería ver a Joaquín.Creyó que estaba a salvo, por casi una hora no escuchó ningún ruido, fue a d
Ronald abrió los ojos, sintió como si despertara de un largo sueño, pronto, poco a poco, todos los recuerdos volvieron a él.«¡Rodolfo!», pensóMirò alrededor, pero solo se encontró rodeado de máquinas, y enfermeras que iban y venían revisándolo, llamando a los doctores.«Diana, ¿Dónde estás? No todo está arruinado, mientras haya vida, aún puedes volver a mí», pensó.***Joaquín y Diana, junto a sus hijos, aterrizaron en el avión casi por la noche.Un auto los dirigió hacia la mansión Andrade, pero Diana sintió que iba de nuevo a una cárcel de la que recién había escapado.Al llegar, los niños bajaron del auto, entraron y corrieron a abrazar a su tía Margot.—¡Niños!—¡Tía! Qué bueno que has vuelto a casa, ¡te extrañamos mucho!Margot sonrió, les dio un dulce beso en la mejilla.Cuando Diana entró, sus miradas se encontraron, pero Margot la miró con recelo, ya no creía en ella.—Niños, vamos, vayan a sus habitaciones, pónganse las pijamas, mamá y yo iremos a darles un beso de buenas no
—¡¿Qué has dicho, Rodolfo?! —exclamó Diana, estaba tan sorprendida, que su corazón latía con fuerza, estaba convencida de que era un error.—¡Joaquín Andrade es inocente! Él no mató a nuestra familia.Diana negó, tenía ojos enormes, viéndolo como si fuera un loco.—¡¿Quién te obligó a decir algo así?! ¿Fue Joaquín quien te obligó? ¿Acaso te han torturado para decir eso? ¡Tú nunca lo dirías! Recuérdalo, cuando desperté del coma, fue casi lo primero que me dijiste.Diana lo recordó, era cierto, cuando ella abrió los ojos en esa camilla de hospital, estaba muy mal, no odia moverse, o hablar bien, tuvo que enfrentar una larga terapia para siquiera volver a ser la mujer que fue.Pero, de las primeras cosas que escuchó, fue a Rodolfo diciendo que su esposo era un asesino, que mató a su padre y a toda la familia, además, la había querido matar a ella también para quedarse con sus hijos.Diana volvió a la realidad, lo negó una y otra vez, aun el rostro de su hermano.—Dime la verdad, ¿Qué daño
Diana salió de la comisaria, caminaba sin rumbo, se negó a ir en el auto, necesitaba pensar, necesitaba aire.Solo podía pensar en Joaquín, ¡era inocente! Y ella le había hecho tanto daño, casi el mismo que ella sintió en el pasado.Las lágrimas cayeron por su rostro, estaba destrozada.No sabía qué hacer, solo sabía que debía pedir perdón, que lo pediría por siempre.Volvió al auto y pidió al chofer que la llevara de nuevo a la mansión Andrade.***Mansión Andrade.Joaquín estaba ante sus hijos.—Vayan a la casa de lago con su tía Margot, los veré mañana.Margot miró a Joaquín con temor, se acercò lentamente.—¡¿Estás seguro de lo que vas a hacer, hermano?! —exclamó.Joaquín asintió con lentitud.—Confía en mí.—Por favor, Joaquín, recapacita, deja el odio y la venganza, hemos tenido ya suficiente dolor.—Déjame encarar mi dolor como yo lo crea conveniente, por favor.Margot solo pudo decir que sí, salió con los niños, subieron a un auto y se fueron.Joaquín estaba ahí, sus ojos eran
Diana estaba inconsolable, ni siquiera se atrevió a salir de ahí, lloraba sin control, le dolía ver como había arruinado su vida, y Joaquín ya no parecía dispuesto a perdonarla.Joaquín, por su parte, estaba en el jardín.—Sabes lo que haremos, ¿Verdad?La mujer asintió.—Fingir, señor, sé que debo actuar como si fuera su novia sustituta.—¿Firmaste el contrato?La mujer volvió a decir que sí.—Sì, señor, sé que si paso los límites puede demandarme, pero ¿puedo preguntar algo?Joaquín miró a la mujer con intriga.—¿Qué?—Es su exesposa, ¿Verdad?El hombre asintió.—Se ve que sufre, ¿Por qué no la perdona?Joaquín se quedó silencioso, luego miró a la mujer.—Nunca la voy a perdonar, ahora solo quiero verla sufrir como me hizo sufrir a mí.Joaquín le pidió a la mujer que se marchara.Ella obedeció, subió a su auto, pero no dejó de ver al hombre.«Si no va a perdonar a su ex, es porque quizás el rencor puede más, quizás tenga alguna oportunidad, ese hombre es rico, poderoso, pero, sobre t