Al salir de Cuatro Momentos, Lucía vio el lujoso automóvil de Pedro brillando bajo el sol. Se acercó cautelosa y se apoyó contra el carro, golpeando con suavidad la ventanilla. La ventana bajó, revelando los profundos ojos de Pedro. Su camisa estaba desabotonada casualmente, mostrando un pecho muy seductor. Sus largas piernas, envueltas en un pantalón de traje negro, parecían algo incómodas incluso en el espacioso interior del vehículo. Con un rostro impecable, hombros anchos, cintura estrecha y esas piernas interminables, todo en él, desde la cabeza hasta la punta de los pies, por dentro y por fuera, exudaba feromonas de pasión.—¿Tan poco que hacer tienes? —preguntó Lucía, mirándolo desde arriba.Pedro no era conocido por su paciencia, pero con ella, parecía tener una reserva inagotable. Sus hermosos ojos parecían querer penetrar lo profundo de su alma.—Mi tiempo libre depende de la persona. Para ti, siempre tengo tiempo —respondió con voz profunda y sensual—. ¿Quieres quedarte con
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