De repente, ya no sentí ganas de justificarme.Explicar sería lo mismo que admitir mi culpa.Carlos rompió el silencio, y en su tono había una mezcla de herida y reproche:—Olivia, ¿sabes qué es lo más cruel de ti?Lo miré, con una mirada tan tranquila que no mostraba ni el más mínimo indicio de emoción.Si realmente hubiera sido tan cruel como él dice, no estaría aquí, atrapada con él en este espacio estrecho, enfrentándonos.Carlos sonrió de repente, pero su sonrisa era amarga:—Lo más cruel es que volviste a mi vida y me hiciste enamorarme de ti.¿Amor?Por un instante, pensé que había escuchado mal. Levanté la mirada, incrédula, olvidando por un momento que toda esta confrontación entre nosotros era, en el fondo, a causa del amor.Carlos quiso levantar la mano para tocarme, pero su herida en el costado lo detuvo. Su brazo cayó pesadamente.Un segundo después, con frialdad, dijo:—Pero lo siento, nunca podría amarte.Claro, lo sabía. Siempre lo supe. No soy tan ingenua.
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