Carmen salió corriendo con torpeza, mientras yo sentía un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, como si me hubieran electrocutado.Carlos me abrazaba con una naturalidad y precisión inquietantes, fruto de las incontables veces que lo había hecho antes. Cada movimiento suyo parecía perfectamente calculado, y nuestra postura era tan cercana e íntima que resultaba abrumadora.Durante semanas había estado atrapada en su aparente ternura, refugiándome en sus brazos. Ahora, simplemente por sentir su contacto, mi mente se inundaba de recuerdos recientes.Llevé las manos a mis sienes, tratando de mitigar el dolor de cabeza que comenzaba a surgir. Solté un quejido involuntario, como si mi garganta estuviera luchando por impedir que esos recuerdos afloraran.Lo que alguna vez había sido dulce, ahora era más letal que cualquier veneno.Intenté apartarme de su abrazo, pero Carlos me sujetó con más fuerza, atrayéndome hacia él hasta que su agarre se volvió implacable.—¡Suéltame! ¡Lárgate! —gri
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