Al día siguiente, Jordan se encontró sumergido en un mar de pensamientos. Había sido un día sin rastro de Reinhardt, pues no se cruzaron ni una sola vez y eso llenó a Jordan de una sensación extraña. Se sintió incómodo, además de arrepentido. Había tenido la osadía de hablarle al Jefe de una manera que sabía que no era apropiada, dejándose llevar por su impulso. De repente, el temor lo invadió, pues lo asustaba que Reinhardt tomara represalias por su actitud tan imprudente. Sin embargo, el día pasó sin incidentes hasta que llegó la hora de trabajar.Jordan se preparó como siempre, tocando el piano con su usual destreza, mientras el salón se llenaba de hombres que, como cada noche, acudían al cabaret en busca de diversión. No había nada fuera de lo normal, hasta que, de pronto, durante su descanso, cuando el bullicio parecía alcanzar su pico, Charlie subió al escenario. Con su carisma inconfundible y sus gestos delicados, el animador tomó el micrófono, buscando ser el centro de atenció
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