62. CONTINUACIÓN
Después de las palabras del agente de policía, se hizo un gran silencio en la sala. Solo era roto por los sollozos de Camelia, que se abrazaba a sus rodillas sin dejar de llorar en una silla. Los demás presentes se quedaron mirando al suelo, sin saber qué decir. Ariel Rhys intentó consolarla, pero sus palabras no parecían tener ningún efecto. Camelia seguía llorando, desconsolada. Los demás presentes se sentían incómodos, sin saber cómo reaccionar. Algunos miraban a Camelia con compasión, otros evitaban su mirada. —Señor —comenzó a hablar el jefe de seguridad, al ver los cristales esparcidos por todo el salón, la piedra y la nota que entregó a la policía. Se giró hacia sus hombres, que bajaron la cabeza sin decir nada—. Le aseguro que esto no volverá a pasar. Ustedes dos, den su testimonio de todo lo que les ha dicho Leandro, desde que la señorita Oduarte entró al trabajo, y lo sucedido hoy. —Sí, señor. Perdón, señorita Camelia, no volverá a pasar —dijer
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