Cuando abrí los ojos, el miedo me invadió de inmediato. Me encontraba en una cama que no reconocía, en un lugar completamente desconocido. Mi corazón latía con fuerza, y la sensación de terror me paralizaba. No sabía dónde estaba ni cuánto tiempo había pasado. Traté de moverme, pero el pánico me mantenía inmóvil. De pronto, escuché unos pasos que se acercaban, y mi estómago se revolvió al ver a Matt entrar en la habitación. Su sonrisa retorcida me heló la sangre. No podía creer que me hubiera secuestrado, que hubiera ido tan lejos este miserable. —Mi amor, al fin despiertas —dijo con una voz suave, casi burlona, que me hizo estremecer. El miedo dio paso al desespero. Tenía que escapar, tenía que volver a casa, a Alex, a Omar. No podía quedarme ahí. —Matt... —mi voz temblaba mientras trataba de contener el pánico—, déjame ir, te lo suplico. Pero sabía que suplicar no serviría de nada. Matt no era del tipo que mostraba compasión. La habitación parecía cerrarse a mi alrededor, mient
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